25 de julio de 2008

Morir en la pavada


Para pensar...



Una vez un catamarqueño, que andaba repechando la cordillera, encontró entre las rocas de las cumbres un extraño huevo. Era demasiado grande para ser de gallina. Además hubiera sido difícil que este animal llegara hasta allá para depositario. Y resultaba demasiado chico para ser de avestruz. No sabiendo lo que era, decidió llevárselo. Cuando llegó a su casa, se lo entregó a la patrona, que justamente tenía una pava empollando una nidada de huevos recién colocados. Viendo que más o menos era del tamaño de los otros, fue y lo colocó también a éste debajo de la pava clueca.
Dio la casualidad que para cuando empezaron a romper los cascarones los pavitos, también lo hizo el pichón que se empollaba en el huevo traído de las cumbres. Y aunque resultó un animalito no del todo igual, no desentonaba demasiado del resto de la nidada. Y sin embargo se trataba de un pichón de cóndor. Si señor, de cóndor, como usted oye. Aunque había nacido al calor de la pava clueca, la vida le venía de otra fuente.
Como no tenía de donde aprender otra cosa, el bichito imitó lo que veía hacer. Piaba como los otros pavitos, y seguía a la pava grande en busca de gusanitos, semillas y desperdicios. Escarbaba la tierra, y a los saltos trataba de arrancar las frutitas maduras del tutiá. Vivía en el gallinero, y le tenía miedo a los cuzcos lanudos que muchas veces venían a disputarle lo que la patrona tiraba en el patio de atrás, después de las comidas. De noche se subía a las ramas del algarrobo por miedo de las comadrejas y otras alimañas. Vivía totalmente en la pavada, haciendo lo que veía hacer a los demás.
A veces se sentía un poco extraño. Sobre todo cuando tenía oportunidad de estar a solas. Pero no era frecuente que lo dejaran solo. El pavo no aguanta la soledad, ni soporta que otros se dediquen a ella. Es bicho de andar siempre en bandada, sacando pecho para impresionar, abriendo la cola y arrastrando el ala. Cualquier cosa que los impresione, es inmediatamente respondida con una sonora burla. Cosa muy típica de estos pajarones, que a pesar de ser grandes, no vuelan.
Un mediodía de cielo claro y nubes blancas allá en las alturas, nuestro animalito quedó sorprendido al ver unas extrañas aves que planeaban majestuosas, casi sin mover las alas. Sintió como un sacudón en lo profundo de su ser. Algo así como un llamado viejo que quería despertarlo en lo íntimo de sus fibras. Sus ojos acostumbrados a mirar siempre el suelo en busca de comida, no lograban distinguir lo que sucedía en las alturas. Pero su corazón despertó a una nostalgia poderosa. Y él, ¿por qué no volaba así? El corazón le latió apresurado y ansioso.
Pero en ese momento se le acercó una pava preguntándole lo que estaba haciendo. Se rió de él cuando sintió su confidencia. Le dijo que era un romántico, y que se dejara de tonterías. Ellos estaban en otra cosa. Tenía que ser realista y acompañarla a un lugar donde había encontrado mucha frutita madura y todo tipo de gusanos.
Desorientado el pobre animalito se dejó sacar de su embrujo y siguió a su compañera que lo devolvió a la pavada. Retomó su vida normal, siempre atormentado por una profunda insatisfacción interior que lo hacía sentir extraño.
Nunca descubrió su verdadera identidad de cóndor. Y llegado a viejo, un día murió. Sí, lamentablemente murió en la pavada como había vivido.
¡Y pensar que había nacido para las cumbres!



Cuento Publicado en: "Cuentos Rodados", Editorial Patria Grande.

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Padre Mamerto Menapace

El padre Mamerto Menapace, monje benedictino del monasterio de Los Toldos en Azul, provincia de Buenos Aires, es conocido por sus libros, intervenciones televisivas y radiales, cientos de conferencias y cantidad de cuentos populares con los que llega al público anunciando un Evangelio de alegría y esperanza.


El silencio del monasterio y su origen pueblerino hacen de Mamerto Menapace un monje simple, abierto. Abad del monasterio benedictino de Los Toldos, con sus 38 libros entre cuentos, fábulas, poemas, llegó a varias generaciones con su ameno mensaje espiritual y es un referente de lectura para los jóvenes . A más de 30 años de su primer libro, sigue siendo un monje de poncho y mate que no deja de anunciar el Evangelio con humor.



9 comentarios:

yermandeluxe dijo...

que buen cueNto lo sabia pero no lo recordaba asi que a refrescar conceptos

MUCHOS BESOS , ABRAZOS Y MUCHO , MUCHO HUMOR EN TU VIDA.

YERMANDELUXE

TE EXTRAÑO POR MI BLOG

Anónimo dijo...

Hola Irma!!

Extrañaba mi paso por tu espacio, he estado súper ocupada con miles de cosas y en mi vida laboral ni hablar, aún no me he podido desatrasar en mi office del ocho días que tuve por calamidad cuando mi padre partió de esta vida terrenal.

El mensaje de fondo es reflexivo y suele verse en muchos que transitan por esta vida, pero a la vez, también en ciertas situaciones que vivimos en el día a día aplica. Hace falta por siempre mirar con visión abierta y no adormecernos en lo cotidiano y la costumbre, podemos hacer maravillas.

Gracias por la reflexión.

Un abrazo amiguis!

Chela dijo...

Interesante moraleja y bonita forma de hacer pensar a las personas con cuentos populares y sencillos...

Quiero entender que el cuento es de Mamerto Menapace por hablar de él a continuación y tener su nombre la etiqueta del post.

Lo que pone de manifiesto también este cuento es la influencia de la educación y del ambiente en el que te crias.¡Cuantos valores y talentos, cuanta fuerza se habrán desperdiciado en muchas personas por falta de oportunidades en la etapa de formación y aprendizaje!

Un abrazo querida Irma.

Oscar dijo...

Hermoso cuento, al menos mi me parece, si no me equivoco que tiene la hermosa reflexión de que debemos seguir nuestros sueños, si el cóndor se hubiera animado a volar hubiera descubierto lo que realmente era, porque ese instinto estaba en su naturaleza. Cuentos como estos nos vienen bien a todos que a veces nos sentimos vencido y que no podemos dar mas y son pequeñas palmadas para seguir adelante con nuestras metas.
Saludos

Mariluz Barrera González dijo...

Amiga... me he sentido como el condor en la pavada... creo que ya es tiempo que escuche esa insatisfacción que siento y que extienda mis alas... por que naci para ser condor... ya no me cabe la menor duda...

Gracias Irma... MIl Gracias...

Muchos besos para ti.

Anónimo dijo...

Me gusta menapace.
Y me apena el cóndor con destino de alturas...
tan pavo que no oyó ese llamado interno.
Las personas pocas veces nos animan a mejorar, y hay que estar atentos, porque la mediocridad es contagiosa.

Me voy a comer pizza a Chacarita, a
la esquina de Lacroze y Corrientes...venis??????

:)))
Bechos pavos :)

Maya dijo...

Irma, que bello cuento, pero con alguito de nostalgia, porque los Cóndores son seres de viento, de alturas, verlos volar es todo un espectáculos, se hablan tan bien con los vientos. Y verlos en la cumbres observando todo el universo es una experiencia única. En estos tiempos de viajes al Cusco, Huancayo y Cajamarca, los he visto volar, en especial en el Cusco y siempre me emociona cuando puedo tener el privilegio verlos abrir sus alas y sorprenderme de los enorme que son y poderosos. Me da penita ver que el Cóndor del cuento no pudo vivir esa experiencia maravillosa de enfrentarse a los vientos y las cordilleras.

Y gracias por presentarnos al monje Mamerto Menapace, quien no dudo es un ser tocado por Dios y poseedor de ese don divino del transmitir leyendas, fábulas e historias ancestrales.

Un abrazo mi querida amiga y que la semana te sea hermosa.'

Maya

TINTA DEL CORAZON dijo...

Mamerto Menapace esra estetipos de personas como decia:
“Hay personas que luchan un día y son buenas.
Hay otras que luchan un año y son mejores.
Hay quienes luchan muchos años y son muy buenas.
Pero hay las que luchan toda la vida: esas son las imprescindibles.”
Bertolt Brecht
En la entrada de pilar en u mural de 50 meros hay una frase de èl
que mas o menos dice asi:

"NO tenemos todas las manos del mundo, pero temnemos las nuestras para no dejarlo caer"..

TINTA DEL CORAZON dijo...

la frase exacta era:

"No tenemos en nuestras manos las soluciones del mundo, pero ante los problemas del mundo, tenemos nuestras manos.
Cuando el Dios de la historia venga, nos mirara las manos." ("Mamerto Menapace")