26 de enero de 2008

ROSALIA DE CASTRO


Agregado el día 8 de Febrero
Mi querida UMMA,tomó de su precioso tiempo para traernos estos poemas de Rosalía, y los publíco tal como me los envía.
¡Preciosos!...dolorosos, como la realidad que le tocó vivir y supo expresar.
Gracias Ana, por el aporte.

"...Te mando ahora los poemas de Rosalía que copié las otras tardes
en el Centro Gallego "
A sus hijos...


GRACIAS!




No subas tan alto, pensamiento loco,
que el que más alto sube más hondo cae,
ni puede el alma gozar del cielo
mientras que vive envuelta en la carne.

Por eso las grandes dichas de la tierra
tienen siempre por término grandes catástrofes.

YO NO SÉ LO QUE BUSCO ETERNAMENTE...

Yo no sé lo que busco eternamente
en la tierra, en el aire y en el cielo;
yo no sé lo que busco; pero es algo
que perdí no sé cuando y que no encuentro,
aun cuando sueñe que invisible habita
en todo cuanto toco y cuanto veo.
Felicidad, no he de volver a hallarte
en la tierra, en el aire, ni en el cielo,
y aun cuando sé que existes
y no eres vano sueño!


NEGRA SOMBRA


Cuando pienso que te fuiste,
negra sombra que me asombras,
a los pies de mis cabezales,
tornas haciéndome mofa.
Cuando imagino que te has ido,
en el mismo sol te me muestras,
y eres la estrella que brilla,
y eres el viento que zumba.
Si cantan, eres tú que cantas,
si lloran, eres tú que lloras,
y eres el murmullo del río
y eres la noche y eres la aurora.
En todo estás y tú eres todo,
para mí y en mi misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me asombras.



TE AMO... ¿POR QUÉ ME ODIAS?...

Te amo... ¿Por qué me odias?
-Te odio... ¿Por qué me amas?
Secreto es éste el más triste
y misterioso del alma.

Mas ello es verdad... ¡Verdad
dura y atormentadora!
-Me odias porque te amo;
te amo porque me odias.


HORA TRAS HORA...

Hora tras hora, día tras día,
entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.

Devolvedle a la flor su perfume
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
Recoged los rumores, las quejas,
y en planchas de bronce grabad su armonía.

Tiempos que fueron, llantos y risas,
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?




POBRE ALMA SOLA...

¡Pobre alma sola!, no te entristezcas,
deja que pasen, deja que lleguen
la primavera y el triste otoño,
ora el estío y ora las nieves;

que no tan sólo para ti corren
horas y meses;
todo contigo, seres y mundos
de prisa marchan, todo envejece;

que hoy, mañana, antes y ahora,
lo mismo siempre,
hombres y frutos, plantas y flores,
vienen y vanse, nacen y mueren.

Cuando te apene lo que atrás dejas,
recuerda siempre
que es más dichoso quien de la vida
mayor espacio corrido tiene.



EN LOS ECOS DEL ÓRGANO, O EN EL RUMOR DEL VIENTO...

En los ecos del órgano, o en el rumor del viento,
en el fulgor de un astro o en la gota de lluvia,
te adivinaba en todo, y en todo te buscaba,
sin encontrarte nunca.
Quizás después te ha hallado, te ha hallado y ha perdido
otra vez de la vida en la batalla ruda,
ya que sigue buscándote y te adivina en todo,
sin encontrarte nunca.
Pero sabe que existes y no eres vano sueño,
hermosura sin nombre, pero perfecta y única.
Por eso vive triste, porque te busca siempre,
sin encontrarte nunca.






Adivínase el dulce y perfumado
calor primaveral;
los gérmenes se agitan en la tierra
con inquietud en su amoroso afán,
y cruzan por los aires, silenciosos,
átomos que se besan al pasar.

Hierve la sangre juvenil, se exalta
lleno de aliento el corazón, y audaz
el loco pensamiento sueña y cree
que el hombre es, cual los dioses, inmortal,
No importa que los sueños sean mentira,
ya que al cabo es verdad
que es venturoso el que soñando muere,
infeliz el que vive sin soñar.

¡Pero qué aprisa en este mundo triste
todas las cosas van!
¡Que las domina el vértigo creyérase!
La que ayer fue capullo, es rosa ya,
y pronto agostará rosas y plantas
el calor estival.








ROSALÍA DE CASTRO
España-(1837 – 1885)

Nació en Santiago de Compostela, (24 de febrero de 1837 - Padrón (La Coruña), 15 de julio de 1885) poeta y novelista en lengua gallega y castellana. Se trata de la figura central del rexurdimento de la literatura gallega en el siglo XIX, autora de Cantares gallegos (1863), obra fundacional del mismo al ser, y uno de los primeros libros enteramente escrito en gallego de la Edad Contemporánea.

Fue bautizada con los nombres de María Rosalía Rita. Hija de madre soltera (María Teresa de la Cruz de Castro), perteneciente a la baja nobleza gallega, y padre en principio desconocido (su padre era el seminarista y luego capellán, Jose Martínez Viojo). Se crió con sus tías paternas en la aldea de Ortoño, pasando a vivir con su madre a los 10 años. Poco se sabe de su educación, aunque mostró talento de versificadora desde niña. Si sus primeros versos los hacía a la edad de 12 años, a los 17 ya era conocida en el "Liceo de San Agustín". También le gustaba el dibujo, la música y la declamación y, de hecho, participó como actriz en representaciones no profesionales.


Rosalía de Castro contrajo matrimonio con Manuel Martínez Murguía, erudito cronista de Galicia. Al año siguiente Rosalía da luz a su primera hija, Alejandra, a la que han de seguir seis hijos más. Su domicilio cambió varias veces, entre Madrid y Simancas. Rosalía nunca disfrutó de buena salud. Luchó siempre contra enfermedades, y a menudo con la penuria, vivió dedicada a su hogar, a sus hijos y a su marido, nunca aspiró a la fama. Su marido fue quien la convenció para que publicara sus obras. Murió de cáncer a los cuarenta y ocho años en su casa de Padrón, la cual hoy es un museo. Todos sus hijos murieron antes que ella, sin poder dejar herederos.

Compuso sus primeros versos a la edad de 12 años. A los 17 años ya era conocida en el "Liceo de San Agustín". por su primer libro; La Flor. y Follas Novas: es el título de su último libro que contiene su manera de ver la vida, en el muestra su esencia vital. Rosalía muestra una visión sombría de la existencia humana. En los Cantares, Rosalía asume la voz del pueblo gallego. Su obra maestra en castellano es En las Orillas del Sar, versos de tono íntimo, de extraña penetración, cargados de nocturna belleza. Merece ser considerada, al lado de Gustavo Adolfo Bécquer, como la precursora de la Modernidad e iniciadora de una nueva métrica castellana






"CANTARES GALLEGOS", 1863

ROSALIA DE CASTRO


Prólogo

Grande atrevemento é, sin duda, pra un probe inxenio como o que me cadrou ensorte, dar á luz un libro cuias páxinas debían estar cheias de sol, de armonía e daquela naturafidade que, unida a unha fonda ternura, a un arrulo incesante de palabriñas mimosas e sentidas, forman a maior belleza dos nosos cantos populares. Á poesía gallega, toda música e vaguedade, toda queixas, sospiros e doces sonrisiñas, mormuxando unhas veces cos ventos misteriosos dos bosques, brilando outras co raio de sol que cai sereniño por enriba das auguas dun río farto e grave que corre baixo as ramas dos salgueiros en frol, compríalle para ser cantada un esprito subrime e cristaíño, si así o podemos decir; unha inspiración fecunda como a vexetación que hermosea esta nosa privilexiada terra; e, sobre todo, un sentimento delicado e penetrante, para dar a conocer tantas bellezas de pirmeiro orden, tanto fuxitivo raio de hermosura como se desprende de cada costume, de cada pensamento escapado a este pobo a quen moitos chaman estúpido e a quen quisais xuzguen insensibre, estrano á devina poesía. Mais naide ten menos que eu teño as grandes cualidades que son precisas pra levar a cabo obra tan difícile, anque naide tampouco se pudo acharanimado dun máis bon deseo pra cantar as bellezas da nosa terra naquel dialecto soavee mimoso que queren facer bárbaro os que non saben que aventaxa ás demais linguas en dozura e armonía. Por esto, inda achándome débil en forzas e non habendo deprendido en máis escola que a dos nosos probes aldeáns, guiada solo por aqueles cantares,aquelas palabras cariñosas e aqueles xiros nunca olvidados que tan docemente resoaron nos meus oídos desde a cuna e que foran recollidos polo meu corazón como herencia propia, atrevínme a escribir estos cantares, esforzándome en dar a conocer como algunhas das nosas poéticas costumes inda conservan certa frescura patriarcal e primitiva, e como o noso dialecto doce e sonoro é tan apropósito como o pirmeiro para toda clase de versificación.

As miñas forzas, é certo, quedaron moito máis abaixo do que alcanzaran os meus deseios, e por eso, comprendendo canto poidera facer nesto un gran poeta, dóiome inda máis da miña insuficenza. O Libro dos Cantares de don Antonio Trueba, que me inspirara e dera alento pra levar a cabo este traballo, pasa polo meu pensamento como un remorso, e casi asoman as bágoas ós meus ollos ó pensar como Galicia se levantaría hastra o lugar que lle corresponde si un poeta como Antón o dos Cantares fose o destinado pra dar a conocer as súas bellezas e as súas costumes. Mais a miña infelizpatria, tan desventurada nesto como en todo o máis, tense que contentar cunhas páxinas frías e insulsas, que apenas serían dinas de achegarse de lonxe ás portas do Parnaso como non fose polo nobre sentimento que as creou. ¡Que esto mesmo me sirva de disculpa pra os que xustamente quirtiquen as miñas faltas, pois penso que o que se esforza por desvanecer os errores que manchan e ofenden inxustamente á súa patria, é acreedore a algunha indulxencia!

Cantos, bágoas, queixas, sospiros, seráns, romerías, paisaxes, devesas, pinares, soidades, ribeiras, costumes, todo aquelo, en fin, que pola súa forma e colorido é dino de ser cantado, todo o que tuvo un eco, unha voz, un runxido por leve que fose, con tal que chegase a conmoverme, todo esto me atrevín a cantar neste homilde libro pra desir unha vez siquera i anque sea torpemente, ós que sin razón nin conocemento algún nos desprezan, que a nosa terra é dina de alabanzas, e que a nosa lingua non é aquela que bastardean e champurran torpemente nas máis ilustradísimas provincias cunha risa de mofa que, a desir verdade (por máis que ésta sea dura), demostra a iñorancia máis crasa i a máis imperdoable inxusticia que pode facer unha provincia a outra provincia hirmán por probe que ésta sea. Mais he aquí que o máis triste nesta cuestión é a falsedade con que fóra de aquí pintan así ós fillos de Galicia como a Galicia mesma, a quen xeneralmente xuzgan o máis despreciable e feio de España, cando
acaso sea o máis hermoso e dino de alabanza.

Non quero ferir con esto a susceptibilidade de naide, anque, a decir verdade, ben poidera perdonárselle este pequeno desafogo a quen tan ferida foi de todos. Mais eu que atravesei repetidas veces aquelas soledades de Castilla que dan idea do deserto; eu que recorrín a feraz Estremadura e a estensa Mancha, donde o sol cai a promo alomeando monótonos campos donde o cor da palla seca presta un tono cansado ó paisaxe que rinde e entristece o esprito, sin unha herbiña que distraia a mirada que vai perderse nun ceo sin nubes, tan igual e tan cansado como a terra que crobe; eu que visitei os celebrados arredores de Alicante, donde os olivos co seu verde escuro, sembrados en fila e de raro en raro, parecen chorar de verse tan solitarios, e vin aquela famosa horta de Murcia, tan nomeada e tan alabada, e que, cansada e monótona como o resto daquel paíse, amostra a súa vexetación tal como paisaxes pintados nun cartón con árbores postos simétricamente e en carreiriños para divertisión dos nenos, eu non podo menos de indignarnie cando os fillos desas provincias que Dios favoreceu en fartura, pero non na belleza dos campos, búlranse desta Galicia competidora en clima e galanura cos países máis encantadores da terra, esta Galicia donde todo é espontáneo na natureza e en donde a man do home cede o seu posto á man de Dios.

Lagos, cascadas, torrentes, veigas froridas, valles, montañas, ceos azues e serenos como os de Italia, horizontes nubrados e melancónicos anque sempre hermosos como os tan alabados da Suiza, ribeiras apacibres e sereniñas, cabos tempestuosos que aterran e adimiran pola súa xigantesca e xorda cólera.... mares imensos... ¿Que direi mais? Non hai pruma que poida enumerar tanto encanto reunido. A terra cuberta en tódalas estacións de herbiñas e de frores, os montes cheios de pinos, de robres e salgueiros, os lixeiros ventos que pasan, as fontes i os torrentes derramándose fervedores e cristaíños, vran e inverno, xa polos risoños campos xa en profundas e sombrisas hondanadas... Galicia é sempre un xardín donde se respiran aromas puros, frescura e poesía... E a pesar desto chega a tanto a fatuidade dos iñorantes, a tanto a indina preocupación que contra a nosa terra esiste, que inda os mesmos que poideron contemprar tanta hermosura (xa non falamos dos que se bulran de nós sin que xamais nos haian visto nin aínda de lonxe, que son os máis), inda os que penetraron en Galicia e gozaron das delicias que ofrece, atrevéronse a decir que Galicia era...¡¡un cortello inmundo!!... ¡I estos eran quisais fillos... daquelas terras abrasadas de onde hastra os paxariños foxen!... ¿Que diremos a esto? Nada máis sinón que taes fatuidades respecto do noso país teñen algunha comparanza cas dos franceses ó falar das súas eternas vitorias ganadas ós españoles. España nunca, nunca os venceu; polo contrario, sempre saleu vencida, derrotada, homillada; e o máis triste desto é que «val» antre eles tan infame mentira, así como «val» pra a seca Castilla, pra a deserta Mancha e pra tódalas demais provincias de España -ningunha comparada en verdadeira belleza de paisaxe coa nosa- que Galicia é o rincón máis despreciable da terra. Ben din que todo neste mundo está compensado, e ven así a sofrir España dunha nación veciña que sempre a ofendeu, a misma inxusticia que ela, inda máis culpabre, comete cunha provincia homillada de quen nunca se acorda, como non sea pra homillala inda máis. Moito sinto as inxusticias con que nos favorecen os franceses, pro neste momento casi lles estou agradecida, pois que me proporcionan un medio de facerlle máis palpabre a España a inxusticia que ela á súa vez conosco comete.

Foi este o móvil principal que me impeleu a pubricar este libro que, máis quenadie, conozo que necesita a indulxencia de todos. Sin gramática nin regras deningunha clas, o lector topará moitas veces faltas de ortografía, xiros que disoarános oídos dun purista; pro ó menos, e pra disculpar en algo estes defectos, puxen omaior coidado en reprodusir o verdadeiro esprito do noso pobo, e penso que o conseguín en algo... si ben dunha maneira débil e froxa. ¡Queira o ceo que outro máis afertunado que eu poida describir cos seus cores verdadeiros os cuadros encantadores que por aquí se atopan, inda no rincón máis escondido e olvidado, pra que así, ó menos en fama xa que non en proveito, gane e se vexa co respeto e adimiración merecidas esta infortunada Galicia!

Rosalía de Castro de Murguía

A Fernán Caballero

Señora:

Por ser mujer y autora de unas novelas hacia las cuales siento la más profunda simpatía, dedico a usted este pequeño libro. Sirva él para demostrar a la autora de La Gaviota y de Clemencia el grande aprecio que le profeso, entre otras cosas, por haberse apartado algún tanto, en las cortas páginas en que se ocupó de Galicia, delas vulgares preocupaciones con que se pretende manchar mi país.

Santiago, 17 de mayo de 1863.

Rosalía de Castro de Murguía

«Has de cantar,
que che hei de dar zonchos;
has de cantar,
que che hei de dar moitos.

I
«Has de cantar,
meniña gaiteira,
has de cantar,
que me morro de pena.

Canta, meniña,
na veira da fonte;
canta, dareiche
boliños do pote.

Canta, meniña,
con brando compás,
dareiche unha proia
da pedra do lar.

Papiñas con leite
tamén che darei;
sopiñas con viño,
torrexas con mel.

Patacas asadas
con sal e vinagre,
que saben a noces,
¡que ricas que saben!

¡Que feira, rapaza,
si cantas faremos...!
Festiña por fóra,
festiña por dentro.

Canta si queres,
rapaza do demo;
canta si queres,
dareiche un mantelo.

Canta si queres,
na lengua que eu falo;
dareiche un mantelo,
dareiche un refaixo.

Co son da gaitiña,
co son da pandeira,
che pido que cantes,
rapaza morena.

Co son da gaitiña,
co son do tambor,
che pido que cantes,
meniña, por Dios.»

II
Así mo pediron
na veira do mar,
ó pé das ondiñas
que veñen e van.

Así mo pediron
na beira do río
que corre antre as herbas
do campo frorido.

Cantaban os grilos,
os galos cantaban,
o vento antre as follas
runxindo pasaba.

Campaban os prados,
manaban as fontes
antre herbas e viñas,
figueiras e robres.

Tocaban as gaitas.
Ó son das pandeiras,
bailaban os mozos
cas mozas modestas.

¡Que cofias tan brancas!
¡Que panos con freco!
¡Que dengues de grana!
¡Que sintas! ¡Que adresos!

¡Que ricos mandiles!
¡Que verdes refaixos!
¡Que feitos xustillos
de cor colorado!

Tan vivos colores
a vista trubaban;
de velos tan váreos
o sol se folgaba.

De velos bulindo
por montes e veigas,
coidou que eran rosas
garridas e frescas.

III
Lugar máis hermoso
non houbo na terra
que aquel que eu miraba,
que aquel que me dera.

Lugar máis hermoso
no mundo n'hachara
que aquel de Galicia,
¡Galicia encantada!

Galicia frorida,
cal ela ningunha,
de froles cuberta,
cuberta de espumas,

de espumas que o mare
con perlas gomita,
de froles que nacen
ó pé das fontiñas.

De valles tan fondos,
tan verdes, tan frescos,
que as penas se calman
nomáis que con velos;

que os ánxeles neles
dormidos se quedan,
xa en forma de pombas,
xa en forma de niebras.

IV
Cantarte hei, Galicia,
teus dulces cantares,
que así mo pediron
na veira do mare.

Cantarte hei, Galicia,
na lengua gallega,
consolo dos males,
alivio das penas.

Mimosa, soave,
sentida, queixosa;
encanta si ríe,
conmove si chora.

Cal ela, ningunha
tan doce que cante
soidades amargas,
sospiros amantes,

misterios da tarde,
murmuxos da noite:
Cantarte hei, Galicia,
na beira das fontes.

Que así mo pediron,
que así mo mandaron,
que cante e que cante
na lengua que eu falo.

Que así mo mandaron,
que así mo dixeron...
Xa canto, meniñas.
Coidá que comenzo.

Con dulce alegría,
con brando compás,
ó pé das ondiñas
que veñen e van.

Dios santo premita
que aquestes cantares
de alivio vos sirvan
nos vosos pesares;

de amabre consolo,
de soave contento,
cal fartan de dichas
compridos deseios.

De noite, de día,
na aurora, na sera,
oirésme cantando
por montes e veigas.

Quen queira me chame,
quen queira me obriga:
Cantar, cantareille
de noite e de día,

por darlle contento,
por darlle consolo,
trocando en sonrisas
queixiñas e choros.

Buscaime, rapazas,
velliñas, mociños,
buscaime antre os robres,
buscaime antre os millos,

nas portas dos ricos,
nas portas dos probes,
que aquestes cantares
a todos responden.

A todos, que á Virxen
axuda pedín,
porque vos console
no voso sufrir,

nos vosos tormentos,
nos vosos pesares.
Coidá que comenso...
Meniñas, ¡Dios diante!

- 2 -

Nasín cando as prantas nasen,
no mes das froles nasín,
nunha alborada mainiña,
nunha alborada de abril.
Por eso me chaman Rosa,
mais a do triste sorrir,
con espiñas para todos,
sin ningunha para ti.
Desque te quixen, ingrato,
todo acabou para min,
que eras ti para min todo,
miña groria e meu vivir.
¿De que, pois, te queixas, Mauro?
¿De que, pois, te queixas, di,
cando sabes que morrera
por te contemplar felís?
Duro cravo me encravaches
con ese teu maldesir,
con ese teu pedir tolo
que non sei que quer de min,
pois dinche canto dar puden
avariciosa de ti.
O meu corasón che mando
cunha chave para o abrir,
nin eu teño máis que darche,
nin ti máis que me pedir

- 6 -

Nosa Señora da Barca
ten o tellado de pedra;
ben o pudera ter de ouro,
miña Virxe, si quixera.
I
¡Canta xente..., canta xente
por campiñas e por veigas!
¡Canta polo mar abaixo
ven camiño da ribeira!
¡Que lanchas tan ben portadas
con aparellos de festa!
¡Que botes tan feituquiños
con tan feituquiñas velas!
Todos cargadiños veñen
de xentiña forasteira,
e de rapazas bonitas
cura de tódalas penas.
¡Cantos dengues encarnados!
¡Cantas sintas amarelas!
¡Cantas cofias pranchadiñas
dende lonxe relumbrean,
cal si fosen neve pura,
cal froles da primaveira!
¡Canta maxesa nos homes!
¡Canta brancura nas nenas!
I eles semellan gallardos
pinos que os montes ourean,
i elas cogolliños novos
co orballo da mañán fresca.

As de Muros, tan finiñas,
que un coidara que se creban,
c'aquelas caras de virxe,
c'aqueles ollos de almendra,
c'aqueles cabelos longos
xuntados en longas trenzas,
c'aqueles cores rousados
cal si a aurora llos puñera,
pois así son de soaves
como a aurora que comenza;
descendentes das airosas
fillas da pagana Grecia,
elas de negro se visten,
delgadiñas e lixeiras,
refaixo e mantelo negro,
zapato e media de seda,
negra chaqueta de raso,
mantilla da mesma peza,
con terciopelo adornado,
canto enriba de si levan;
fillas de reinas parecen,
griegas estatuas semellan
si a un raio de sol poniente
repousadas se contempran;
ricos panos de Manila,
brancos e cor de sireixa,
crúzanse sobre o seu seio
con pudorosa modestia,
e por antre eles relosen,
como brillantes estrelas,
aderesos e collares
de diamantes e de pelras,
pendentes de filigrana
e pecluiguiñas de cera.

As de Camariñas visten
cal rapaciñas gaiteiras,
saias de vivos colores
polo pescozo da perna,
lucindo o negro zapato
enriba de branca media;
chambras feitas de mil raias
azuladas e vermellas,
con guarniciós que lles caen
sobre a rumbosa cadeira.
Para tocar o pandeiro
non hai coma tales nenas,
que son as camariñanas,
feitas de sal e canela.

As de Cé, ¡Virxe do Carme!,
¡que cariñas tan ben feitas!
Cando están coloradiñas
no ruxe-ruxe da festa,
cada mirar dos seus ollos
fire como cen saetas.
Nin hai mans tan ben cortadas,
tan branquiñas e pequenas
como as que amostran finxindo
que non queren que llas vexan.

Son as de Laxe unhas mozas...
¡Vaia unhas mozas aquelas!
Solo con velas de lonxe
quítaselles a monteira,
porque son vivas de xenio
anque son rapazas netas.
Bailadoras... n'hai ningunhas
que con elas se entrometan,
pois por bailar, bailarían
no cribo dunha peneira;
mais, en tocando a que recen,
en rezar son as pirmeiras...
Dan ó mundo o que é do mundo,
dan á igrexa o que é da igrexa.

As de Noia ben se axuntan
cas graciosas rianxeiras,
polos redondos peíños,
polas cabeleiras crechas,
polos morenos lunares
e polas agudas lenguas,
que abofé que en todo pican
como si fosen pementa.

Veñen dempois, recatadas,
anque un pouquiño soberbias
por aquelo que elas saben
de antigüedade e nobresa
(pois por acó todos somos
tal coma Dios nos fixera),
as meniñas ben compostas
dunha vila quisquilleira,
que, por onde van, parece
que van dicindo «¡Canela!
¿Prantamos ou non prantamos
a cantas hai nesta terra?»
Mais si prantan ou non prantan
non son en quen o dixera,
que fora pouca cordura,
que fora farta llanesa.
Baste desir que xuntiñas
todas na porta da igrexa
máis bonitas parecían
que un ramiño de asucenas,
máis frescas que unha leituga,
máis sabrosiñas que fresas.
Xa que fosen de Rianxo,
que fosen de Redondela,
de Camariñas ou Laxe,
de Laxe ou de Pontareas,
todas eran tan bonitas,
todas tan bonitas eran,
que o de máis duras entrañas
dera as entrañas por elas...
Por eso se derretían,
cal si foran de manteiga,
diante delas os rapaces,
os rapaciños da festa,
os mariñeiros do mare
que donde á Virxe viñeran,
porque a Virxen os salvara
de naufragar na tormenta.
Mais si salvaron no mare,
non se salvarán na terra:
mariñeiros, mariñeiros,
que aquí tamén hai tormentas
que afogan corasonciños
sin que lle vallan ofertas,
que oie a Virxe ós que se afogan
do mar antre as ondas feras,
mais non oie ós namorados
que de afogarse se alegran.

II
Ramo de froles parece
Muxía a das altas penas
con tanta rosa espallada
naquela branca ribeira,
con tanto caraveliño
que relose antre as areas,
con tanta xente que corre,
que corre e se sarandea
ó son das gaitas que tocan
e das bombas que reventan,
uns que venden limoada,
outros augua que refresca,
aqueles dulce resolio
con rosquilliñas de almendra;
os de máis alá sandías
con sabrosas sirigüelas,
mentras tanto que algún cego
ó son de alegre pandeira,
toca un carto de guitarra
para que bailen as nenas.
¡Bendita a Virxe da Barca,
bendita por sempre sea!
¡Miña Virxe milagrosa,
en quen tantos se recrean!
Todos van por visitala,
todos alí van por vela
na súa barca dourada,
na súa barca pequena,
donde están dous anxeliños,
dous anxeliños que reman.
Alí chegou milagrosa
nunha embarcazón de pedra.
Alí, porque Dios o quixo,
sempre adoradores teña.
A pedra, bala que bala,
sírvelle de centinela,
e mentras dormen os homes,
ela adorazón lle presta
con aquel son campanudo
que escoitar lonxe se deixa
e a quen o mar con bramidos
humildosos lle contesta.
Cando as campanas repican
e a música retumbea,
cal nun ceo, polas naves
da recollidiña igrexa;
cando os foguetes estalan
nos aires, e voces frescas
polo espazo cas gaitiñas
e cos tambores se mescran,
estonces a pedra bala,
tan alegre e tan contenta
que anque un cento de presoas
brinca e salta enriba dela,
coma si fóse mociña,
máis que unha pruma lixeira,
alegre como unhas pascuas
salta e rebrinca con elas.
Choven estonces presentes,
choven estonces ofertas,
que lle traen os romeiros
en feitiñas carabelas,
diante da Virxe bendita,
ós pés da sagrada Reina,
e por eso alí lle cantan
cando se despiden dela:
«Nosa Señora da Barca
ten o tellado de pedra;
ben o pudera ter de ouro,
miña Virxe, si quixera».

- 7 -

Fun un domingo,
fun pola tarde,
co sol que baixa
tras dos pinares,
cas nubes brancas
sombra dos ánxeles,
cas palomiñas
que as alas baten,
con un batido
manso e suave,
atravesando
vagos celaxes,
mundos extraños
que en raios parten
ricos tesouros
de ouro e diamante.
Pasín os montes,
montes e valles,
pasín llanuras
e soledades;
pasín os regos,
pasín os mares,
con pés enxoitos
e sin cansarme.

Colleume a noite,
noite brillante,
cunha luniña
feitas de xaspes,
e fun con ela
camiño adiante,
cas estreliñas
para guiarme,
que aquel camiño
solo elas saben.

Dempois a aurora
co seu sembrante
feito de rosas
veu a alumbrarme,
e vin estonces,
antre o ramaxe
de olmos e pinos,
acobexarse
branca casiña
con palomare,
donde as pombiñas
entran e saien.
Nela se escoitan
doces cantares,
nela garulan
mozos galantes
cas rapaciñas
de outros lugares.
Todo é contento,
todo é folgare,
mentras a pedra
bate que bate,
mole que mole,
dálle que dálle,
con lindo gusto
faille compases.

Non hai sitiño
que máis me agrade
que aquel muíño
dos castañares,
donde hai meniñas,
donde hai rapaces,
que ricamente
saben loitare;
donde rechinan
hasta cansarse
mozos e vellos,
nenos e grandes,
e anque non queren
que aló me baixe,
sin que o soupera
na casa naide,
fun ó muíño
do meu compadre;
fun polo vento,
vin polo aire.



- 10 -

«Quíxente tanto, meniña,
tívenche tan grande amor,
que para min eras lúa,
branca aurora e craro sol;
augua limpa en fresca fonte,
rosa do xardín de Dios,
alentiño do meu peito,
vida do meu corazón».
Así che falín un día
camiñiño de San Lois,
todo oprimido de angustia,
todo ardente de pasión,
mentras que ti me escoitabas
depinicando unha frol,
porque eu non vise os teus ollos
que refrexaban traiciós.
Dempois que si me dixeches,
en proba de teu amor
décheme un caraveliño
que gardín no corazón.
¡Negro caravel maldito,
que me fireu de dolor!
Mais a pasar polo río,
¡o caravel afondou!...
Tan bo camiño ti leves
como o caravel levou.

- 11 -

Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar,
mórrome de soidades.

I
Cando vos oio tocar,
campaniñas, campaniñas,
sin querer torno a chorar.

Cando de lonxe vos oio,
penso que por min chamades,
e das entrañas me doio.

Dóiome de dor ferida,
que antes tiña vida enteira,
i hoxe teño media vida.

Solo media me deixaron
os que de aló me trouxeron,
os que de aló me roubaron.

Non me roubaran, traidores,
¡ai!, uns amores toliños,
¡ai!, uns toliños amores.

Que os amores xa fuxiron,
as soidades viñeron...
de pena me consumiron.

II
Aló pola mañanciña
subo enriba dos outeiros,
lixeiriña, lixeiriña.

Como unha craba lixeira,
para oír das campaniñas
a batalada pirmeira.

A pirmeira da alborada
que me traen os airiños
por me ver máis consolada.

Por me ver menos chorosa,
nas súas alas ma traen
rebuldeira e queixumbrosa.

Queixumbrosa e retembrando
por antre a verde espesura,
por antre o verde arborado.


E pola verde pradeira,
por riba da veiga llana,
rebuldeira e rebuldeira.

III
Paseniño, paseniño,
vou pola tarde calada,
de Bastabales camiño.

Camiño do meu contento;
i en tanto o sol non se esconde,
nunha pedriña me sento.

E sentada estou mirando
como a lúa vai saíndo,
como o sol se vai deitando.

Cal se deita, cal se esconde,
mentras tanto corre a lúa
sin saberse para donde.

Para donde vai tan soia,
sin que aos tristes que a miramos
nin nos fale, nin nos oia.

Que si oíra e nos falara,
moitas cousas lle dixera,
moitas cousas lle contara.

IV
Cada estrela, o seu diamante;
cada nube, branca pruma;
triste a lúa marcha diante.

Diante marcha crarexando
veigas, prados, montes, ríos,
donde o día vai faltando.

Falta o día, e noite escura
baixa, baixa pouco a pouco,
por montañas de verdura.

De verdura e de follaxe,
salpicada de fontiñas
baixo a sombra do ramaxe.

Do ramaxe donde cantan
paxariños piadores
que ca aurora se levantan.

Que ca noite se adormecen
para que canten os grilos
que cas sombras aparecen.

V
Corre o vento, o río pasa;
corren nubes, nubes corren
camiño da miña casa.

Miña casa, meu abrigo:
vanse todos, eu me quedo
sin compaña, nin amigo.

Eu me quedo contemprando
as laradas das casiñas
por quen vivo suspirando.

Ven a noite..., morre o día,
as campanas tocan lonxe
o tocar da Ave María.

Elas tocan pra que rece;
eu non rezo, que os saloucos,
afogándome parece
que por min tén que rezar.
Campanas de Bastabales,
cando vos oio tocar,
mórrome de soidades.
- 17 -

Airiños, airiños aires,
airiños da miña terra;
airiños, airiños aires,
airiños, levaime a ela.

Sin ela vivir non podo,
non podo vivir contenta,
que adonde queira que vaia,
cróbeme unha sombra espesa.
Cróbeme unha espesa nube,
tal preñada de tormentas,
tal de soidás preñada,
que a miña vida envenena.
Levaime, levaime, airiños,
como unha folliña seca,
que seca tamén me puxo
a callentura que queima.
¡Ai!, si non me levás pronto,
airiños da miña terra;
si non me levás, airiños,
quisais xa non me conesan,
que a frebe que de min come,
vaime consumindo lenta,
e no meu corazonciño
tamén traidora se ceiba.

Fun noutro tempo encarnada
como a color de sireixa,
son hoxe descolorida
como os cirios das igrexas,
cal si unha meiga chuchona
a mina sangre bebera.
Voume quedando muchiña
como unha rosa que inverna,
voume sin forzas quedando,
voume quedando morena,
cal unha mouriña moura,
filla de moura ralea.

Levaime, levaime, airiños,
levaime a donde me esperan
unha nai que por min chora,
un pai que sin min n'alenta,
un irmán por quen daría
a sangre das miñas venas,
e un amoriño a quen alma
e vida lle prometera.
Si pronto non me levades,
¡ai!, morrerei de tristeza,
soia nunha terra estraña,
donde estraña me alomean,
donde todo canto miro
tomo me dice: «¡Extranxeira!»

¡Ai, miña probe casiña!
¡Ai, miña vaca vermella!
Años que balás nos montes,
pombas que arrulás nas eiras,
mozos que atruxás bailando,
redobre das castañetas,
xas-co-rras-chás das cunchiñas,
xurre-xurre das pandeiras,
tambor do tamborileiro,
gaitiña, gaita gallega,
xa non me alegras dicindo:
«¡Muiñeira, muiñeira!»
¡Ai, quen fora paxariño
de leves alas lixeiras!
¡Ai, con que prisa voara,
toliña de tan contenta,
para cantar a alborada
nos campos da miña terra!
Agora mesmo partira,
partira como unha frecha,
sin medo ás sombras da noite,
sin medo da noite negra;
e que chovera ou ventara,
e que ventara ou chovera,
voaría e voaría
hastra que alcansase a vela.
Pero non son paxariño
e irei morrendo de pena,
xa en lágrimas convertida,
xa en sospiriños desfeita.

Doces galleguiños aires,
quitadoiriños de penas,
encantadores das auguas,
amantes das arboredas,
música das verdes canas
do millo das nosas veigas,
alegres compañeiriños,
run-run de tódalas festas,
levaime nas vosas alas
como unha folliña seca.
Non permitás que aquí morra,
airiños da miña terra,
que aínda penso que de morta
hei de sospirar por ela.
Aínda penso, airiños aires,
que dimpois que morta sea,
e aló polo camposanto,
donde enterrada me teñan,
pasés na calada noite
runxindo antre a folla seca,
ou murmuxando medrosos
antre as brancas calaveras;
inda dimpois de mortiña,
airiños da miña terra,
heivos de berrar: «¡Airiños,-
airiños, levaime a ela!»



20 -

«Ora, meu meniño, ora,
¿quen vos ha de dar a teta,
si túa nai vai no muíño,
e teu pai na leña seca?
Eu cha dera, miña xoia,
con mil amores cha dera,
hastra rebotar, meu santo,
hastra que máis non quixeras,
hastra verte dormidiño
con esa boca tan feita,
sorrindo todo fartiño,
cal ubre de vaca cheia.
Mais ¡ai, que noite che agarda!
Mais ¡ai, que noite che espera!
Que anque dúas fontes teño,
estas fontiñas non deitan.
Ora, meu meniño, ora,
¡canto chorarás por ela!
Sin ter con que te acalente,
sin ter con que te adormeza,
que soio, soio quedaches
como unha ovelliña enferma,
tremando, malpocadiño,
como as ovelliñas treman.
Sin cobirtor que te cruba
nunhas palliñas te deitan
e neve e chuvia en ti caen
por antre as fendidas tellas.
E silba o vento que pasa
polas mal xuntadas pedras,
e cal coitelo afilado
no teu corpiño se ceiba.
¡Ai, cando veña túa nai!
¡Ai, cando che a túa nai veña!
¡Cal te topará, meniño,
frío como a neve mesma,
para chorar sin alento,
rosiña que os ventos creban!...
¡Ai, más valera, meniño,
que quen te dou non te dera!
Que os fillos dos probes nacen,
nacen para tales penas.»

Así se espricaba Rosa
no medio da noite negra,
ó pé dunha negra porta,
toda de lañas cuberta.
Mentras tanto murmuxaban
por antre a robreda espesa
do río as revoltas ágoas
e os berridos da tormenta.
Todo era sombras no ceo,
todo era loito na terra,
e parece que a Compaña
bailaba antre as arboredas
cas chuchonas enemigas,
e cas estricadas meigas.

En tanto un choro soave
sentir no espazo se deixa,
tal como gaita tocada
nunha alborada serena;
tal como lexana frauta
cando o sol no mar se deita,
cuio son nos trai o vento
cos cheiriños da ribeira.

No meio da chouza escura
que triste Rosa contempra,
unha luz branca se mira
como aurora que comenza.
Olido de frescas rosas
os aires da noite incensan,
cal si todas se xuntaran
as froles da primadera.
Soan cantares estraños,
soan músicas que alegran:
músicas son e cantares
nunca sentidos na terra.
Por eso, pasmada, Rosa
pouquiño a pouco se achega
e por unha regandixa
postrada no chan axexa.

Nunca humanos ollos viron
o que veu estonces ela,
que si non morreu estonces
foi porque Dios n'o quixera.
De resplandecente groria
raios de amor se refrexan
do abandonado meniño,
sobre a dourada cabeza;
e porque esté máis contento,
e porque mais se entretena,
cabe os seus peíños crecen
frescos ramos de azucenas.
Xa non dorme en probe cuna,
que outro berce lle fixeran
cas alas os anxeliños
e co seu lume as estrellas.
Nubes de color de rosa
fanlle branda cabeceira,
sírvelle de cubertura
un raio de luna cheia,
i a Virxen santa, vestida

con vestido de inocencia,
porque de lame non morra
e fartiño se adormeza,
dálle maná do seu peito
con que os seus labios refresca.

Mentras o mundo esistise,
Rosa mirando estivera,
con tanta groria encantada,
con tanta dicha suspensa;
mais unha voz lonxe se oie
por antre os olmos da veiga
que, cantando amorosiña,
se esprica desta maneira:
-Ora, meu meniño, ora,
logo che darei a teta,
ora, meu meniño, ora,
xa non chorarás por ela.

Esto cantaron. En tanto
coa Virxe despareceran
os anxeliños, deixando
en derredor noite espesa.
Xa se sinten as pasadas
por xurito da corredeira;
xa saltaron o portelo,
xa cerraron a cancela...
A probe nai corre, corre,
que o seu filliño lle espera;
mais, cando chega, dormido
o seu filliño contempra.
Dille estonces, mentras tanto,
que en bicalo se recrea:

-Miña xoia, miña xoia,
miña prenda, miña prenda,
¿que fora de ti, meu santo,
si naiciña non tiveras?
¿Quen, meu fillo, te limpara,
quen a mantenza che dera?

-O que mantén ás formigas
e ós paxariños sustenta.

Dixo Rosa, i escondeuse
por antre a nebrina espesa.

- 21 -

Non che digo nada...
¡Pero vaia!
I
Pasan naquesta vida
cousiñas tan estrañas,
tan raros feitos vense
neste mundo de trampa;
tantos milagres vellos,
tan novas insinanzas,
e tan revoltos allos
con nome de ensaladas,
que non che digo nada...
¡Pero vaia!

Meniña ben vestida,
meniña ben calzada,
que ten roupa de cote,
que ten roupa de garda;
meniña que ben folga,
meniña que anda maja,
i é probe, malpecado,
como unha triste araña.
Non che digo nada...
¡Pero vaia!

Véxote aló antre os millos,
véxote aló nas brañas,
xa no pinar espeso,
xa na beiriña mansa
do río que correndo
vai antre as verdes canas,
e xuras que estás soia,
que naide te acompaña...
Non che digo nada...
¡Pero vaia!

Casada casadiña,
que gustas ser falada,
que bailas cas solteiras
nas festas e ruadas,
que tes na boca a risa
e que cos ollos falas,
e que ao falar con eles
parece que che saltan,
non che digo nada...
¡Pero vaia!

Cando mirar te miro
tan limpa e tan peinada,
loitar cos rapaciños
hastra que en ti se fartan,
e ves dimpois xurando
que eres muller sin chata,
e dis que as máis non teñen
contigo comparanza,
non che digo nada...
¡Pero vaia!

E ti, roxa roxiña,
modesta e recatada,
que falas tan mainiño,
que tan mainiño andas,
que ós pés dos homes miras
para non verlle a cara,
e fas que non entendes
cando de amor che falan,
non che digo nada...
¡Pero vaia!

Vas pola mañanciña
a misa cas beatas;
dempois... (por que, ti o sabes)
de xunta delas largas;
e si na corredoira
xunto da verde parra,
non sei con que xentiña,
páraste ou non te paras,
non che digo nada...
¡Pero vaia!

E ti, rapás garrido,
de tan melosas falas,
tan majo de monteira,
tan rico de polainas,
tan fino de calzado
como de mans fidalgas,
cando me dis que gustas
de traballar na braña,
non che digo nada...
¡Pero vaia!

Ti falarás de amores
cousiñas ben faladas;
ti loitarás cas nenas
como ningún loitara;
ti beberás do mosto
hastra quedar sin fala,
pero cos teus sudores
mollar a terra ingrata...
non che digo nada...
¡Pero vaia!

Mais tantas cousas vexo
que me parecen trampa;
tanto sol entre nubes
e tan revoltas auguas
que asemellarse intentan
a unha fontiña crara,
que por non perder tempo
donde non quito racha,
non che digo nada...
¡Pero vaia!II
Pasan naquesta vida
cousiñas tan estrañas,
tan raros feitos vense
neste mundo de trampa;
tantos milagres vellos,
tan novas insinanzas,
e tan revoltos allos
con nome de ensaladas,
que non che digo nada...
¡Pero vaia!

E que algo deprendera,
triste de min, coidaba;
e que a esperencia neta
ninguén me iba en puxanza
por ter na frente enrugas
e ter caniñas brancas,
cando hai hoxe uns mociños
mesmo dende que maman,
que non che digo nada...
¡Pero vaia!

Xa non che val, Farruco,
que vivas en compaña
dos anos pensadores
nin da esperencia calva,
nin que ollo alerta vivas
como a cordura manda;
que donde menos penses
tamaña lebre salta
que non che digo nada...
¡Pero vaia!

Xa sendo noite oscura
dinche que é noite crara;
xa estando o mar sereno
che din que fai borrasca,
e tanto te confunden
e tanto te acobardan,
que anque falar quixeras
tal coma Dios che manda,
non che digo nada...
¡Pero vaia!

Si eres francés, meu vello,
si eres da lonxe Australia,
si aló do sol baixaches
ou das estrelas pálidas,
con seria gravedade
quisais che perguntaran,
e ti, pasmado todo,
calado mormuraras:
Non che digo nada...
¡Pero vaia!

Por eso, meu velliño,
si de estudiar non tratas
a cencia destos tempos,
que é como el augua crara,
anque ca parromeira
tamén ten comparanza,
que nesto a cencia estriba,
i en ter distintas caras,
non che digo nada...
¡Pero vaia!

Sin entender un ele,
verás que ben se amañan
honrados e sin honra,
rameiras e beatas;
verás como se axuntan,
verás como se tratan,
mentras que ti marmuras
ca lengua dunha coarta.
Non che digo nada...
¡Pero vaia!

Verás cor de sireixa
quen foi cor de esmeralda,
i aqueles tan azues
que sangre azul manaban,
manar sangre vermella
pola moderna usanza;
i esto con tal chistura
e con fachenda tanta
que non che digo nada...
¡Pero vaia!

Verás que revolturas,
que ricas contradanzas,
que gaitas con salterio,
que pífanos con arpas,
que dengues encarnados
con mantilliñas brancas,
chapurra que chapurra
en confusión tan várea,
que non che digo nada...
¡Pero vaia!

Ti pensarás que aquesto
é todo unha antroidada,
que aquí un levita sobra
i unha chaqueta falta;
que alí se comen lebres
en vez de calabazas,
e tocan frautas donde
deben tocar campanas...
Mais non che digo nada...
¡Pero vaia!

Deprende, meu velliño,
a cencia ben amada,
que saibamente insina
tan rica misturanza,
si queres ser sabido
en cousas tan estrañas,
pois antre tantas novas
as costumiñas rancias...
Non che digo nada...
¡Pero vaia!


- 22 -

Mais ó que ben quixo un día,
si a querer ten afición,
sempre lle queda unha mágoa
dentro do seu corazón.
I
Aló nas tardes serenas,
aló nas tardes caladas,
fanse ináis duras as penas
que nas brandas alboradas.

Aló nas tardes sombrisas,
aló nas tardes escuras,
fanse máis cortas as risas,
máis negras as desventuras.

Que non hai sera tranquila
para quen remorsos garda,
e máis presto se aniquila
canto máis á noite agarda.

II


Eu ben sei destos secretos
que se esconden nas entrañas,
que rebolen sempre inquietos
baixo mil formas estrañas.

Eu ben sei destes tormentos
que consomen e devoran,
dos que fan xemer os ventos,
dos que morden cando choran.
..........................................
I anque ora sorrindo canto,
anque ora canto con brío,
tanto chorei, chorei tanto
como as auguiñas dun río.

Tiven en pasados días,
fondas penas e pesares,
e chorei bágoas tan frías
como as auguiñas dos mares.

Tiven tan fondos amores
e tan fondas amarguras,
que era fonte de dolores
nacida entre penas duras.

III
Ora río, ora contento
vou polas eiras cantando,
vendo de onda ven o vento
cando vou levar o gando.

Ora con grande sosiego
durmo na beira das fontes,
durmo na beira dos regos,
durmo na punta dos montes.

Mais ó que ben quixo un día,
si a querer ten afición,
sempre lle queda unha mágoa
dentro do seu corazón.

- 23 -

Castellana de Castilla,
tan bonita e tan fidalga,
mais a quen para ser fera
ca procedensia lle abasta.
Desíme, miña señora,
xa que os mostrás tan ingrata,
si o meu rendimento homilde
bascas de enoxo vos causa,
pois cando onda vós me achego
cuspís con ardentes ansias,
i ese mirar de pombiña
volvés en fosca mirada,
tornando en sombrisa noite
o día que en sol se baña.
En vano intento, señora,
saber por que me maltrata
dama dun alma tan nobre,
aunque soberba por fama,
pois n'é motivo a desprezo
sintirse tan ben amada,
que as mesmas pedras, señora,
dun bon querer se folgaran.
Din que na nobre Castilla
así ós gallegos se trata,
mais debe saber Castilla
que de tan grande se alaba,
que sempre a soberbia torpe
foi filla de almas bastardas;
e sendo vós tan sabida,
nunca de vó-lo pensara,
que de tan alto baixando
vos emporcases na lama;
nin que chamándovos nobre,
tanta nobreza enfouzaras
imitando ós que vaidosos
no que está débil se ensañan.
Pero máis val que enmudeza,
pois tes condición de ingrata;
que predicar en deserto
na miña terra n'é usanza.
Si fun curpabre en quereros
coma ningún vos amara,
por ser de terra gallega
e serdes vós castellana,
en paz, señora, vos deixo
ca vosa soberba gracia,
e voume á Galicia hermosa
donde en xuntanza me agardan
o que non tendes, señora,
i o que en Castilla n'achara:
campiños de lindas rosas,
fontiñas de frescas auguas,
sombra na beira dos ríos,
sol nas alegres montañas,
caras que nacen sorrindo
e que sorrindo vos aman,
e que inda mesmo morrendo
en sonrisiñas se bañan.
Alí, señora, contento
cantando o doce ala lala,
baixo a figueira frondosa,
en baixo da verde parra,
c'aquelas frescas meniñas
que mel dos seus labios manan,
cando en falar amoroso
meigo nos din en voz maina
con tódalas de Castilla

nobrísimas castellanas
olvidareivos sin pena,
anque sos vós tan fidalga.
Que aló saben ser altivas,
pero non saben ser vanas,
i é fácil con doces tomas
olvidar tomas amargas.
Déchesmas vós, mi señora,
con desprezo envenenadas,
inda con fero máis fero
que pelica de laranxa;
mais teño por que me pase
aquel sarrapio que escalda,
teño unha dama nos Portos,
outra no Ribeiro de Avia;
si a dos Portos é bonita
a do Ribeiro lle gana.


- 26 -

-Meniña, ti a máis hermosa
que a luz do sol alumbrara;
ti a estrela da mañanciña
que en puras tintas se baña;
ti a frol das froridas cumbres,
ti a ninfa das frescas auguas,
ti como folla do lirio
branca, pura e contristada.
¿Quen eres, fada sin nome
de tan dormentes miradas,
de tan dorida sonrisa,
de feituriña tan cándida?
¿Quisais de muller naceches
sendo tan limpa e tan casta?
¿Quisais das brisas da tarde,
quisais das brétemas vagas...
das burbulliñas dun río,
quisais dunha nube branca?
¿Ou as espumas do mare
a un raio de sol xuntadas
pousáronte ó ser da aurora
nunha cunchiña de nacra?
Mais de onde queira que seas,
tristísima pasionaria,
por ti sinto un amor puro
que pouco a pouco me mata.
Por ti, de noite e de día,
cal vaga sombra encantada,
preto do ten vivir ximo,
ximo cos ventos que pasan
facendo vibrar sonoras
sentidas cordas dun arpa,
que con ecos tembradores
dos meus amores che falan.
Mais dime: ¿por que estás muda?,
di por que estás solitaria,
di por que vives nos montes
cos paxariños que cantan,
mentras ti choras e choras
ó pé dun olmo sentada,
toda de loito cuberta,
toda cuberta de lágrimas.

-Déixame vivir nos montes,
déixame estar solitaria,
déixame cos paxariños
que en derredor de min cantan.
Déixame vestir de loito,
cuberta por tristes bágoas,
i eco de homes non escoite
nin son de armoniosas arpas,
que eses sons de amor á vida
rompen as miñas entrañas.
¡Si deles, galán, por sorte
doce consolo arrancaras
para un dor que non ten cura,
para un mal que non se acaba!
¡Si ó seu vibrar sonoroso
as tombas se levantaran
i o polvo que nelas mora
volto a vivir se axitara!...
Mais, cala, galán...; non toques
as soaves cordas dun arpa
que nin dá vida ós que morren,
ni as tristes tombas levanta.
Cala, galán, cos cantares
que con pasión de amor cantas,
que os meus amores morreron
i aló antre tombas me agardan.
Para min morreu a dicha,
morreu tamén a esperanza,
cubreuse o seu de tristura
i a terra de ásperas Prantas.
Déixame vivir nos montes,
déixame estar solitaria,
déixame vestir de loito,
cuberta de amargas lágrimas.
Que a rula que viudou,
xurou de non ser casada,
nin pousar en ramo verde
nin beber da iaugua crara.



- 28 -

Castellanos de Castilla,
tratade ben ós gallegos,
cando van, van como rosas;
cando véná vén como negros.

-Cando foi, iba sorrindo;
cando veu, viña morrendo
a luciña dos meus ollos,
o amantiño do meu peito.

Aquel máis que neve branco,
aquel de dozuras cheio,
aquel por quen en vivía
e sin quen vivir non quero.

Foi a Castilla por pan,
e saramagos lle deron;
déronlle fel por bebida,
peniñas por alimento.

Déronlle, en fin, canto amargo
ten a vida no seu seo...
¡Castellanos, castellanos,
tendes corazón de ferro!

¡Ai!, no meu corazonciño
xa non pode haber contento,
que está de dolor ferido,
que está de loito cuberto.

Morreu aquel que eu quería,
e para min n'hai consuelo:
solo hai para min, Castilla,
a mala lei que che teño.

Premita Dios, castellanos,
castellanos que aborrezo,
que antes os gallegos morran
que ir a pedirvos sustento.

Pois tan mal corazón tendes,
secos fillos do deserto,
que si amargo pan vos ganan,
dádesllo envolto en veneno.

Aló van, malpocadiños,
todos de esperanzas cheios,
e volven, ¡ai!, sin ventura,
con un caudal de desprezos.

Van probes e tornan probes,
van sans e tornan enfermos,
que anque eles son como rosas,
tratádelos como negros.

¡Castellanos de Castilla,
tendes corazón de aceiro,
alma como as penas dura,
e sin entrañas o peito!

En trós de palla sentados,
sin fundamentos, soberbos,
pensás que os nosos filliños
para servirvos naceron.

E nunca tan torpe idea,
tan criminal pensamento
coupo en máis fatuas cabezas
ni en máis fatuos sentimentos.

Que Castilla e castellanos,
todos nun montón, a eito,
non valen o que unha herbiña
destes nosos campos frescos.

Solo pezoñosas charcas
detidas no ardente suelo,
tes, Castilla, que humedezan
esos teos labios sedentos.

Que o mar deixoute olvidada
e lonxe de ti correron
as brandas auguas que traen
de prantas cen semilleiros.

Nin arbres que che den sombra,
nin sombra que preste alento...
llanura e sempre llanura,
deserto e sempre deserto...

Esto che tocou, coitada,
por herencia no universo,
¡miserable fanfarrona!...
triste heirencia foi por certo.

En verdad non hai, Castilla,
nada como ti tan feio,
que aínda mellor que Castilla,
valera decir inferno.

¿Por que aló foches, meu ben?
¡Nunca tal houberas feito!
¡Trocar campiños frolidos
por tristes campos sin rego!

¡Trocar tan craras fontiñas,
ríos tan murmuradeiros
por seco polvo que nunca
mollan as bágoas do ceo!

Mais, ¡ai!, de onde a min te foches
sin dor do meu sentimento,
i aló a vida che quitaron,
aló a mortiña che deron.

Morreches, meu queridiño,
e para min n'hai consuelo,
que onde antes te vía, agora
xa solo unha tomba vexo.

Triste como a mesma noite,
farto de dolor o peito,
pídolle a Dios que me mate,
porque xa vivir non quero.

Mais en tanto no me mata,
castellanos que aborrezo,
hei, para vergonza vosa,
heivos de cantar xemendo:

¡Castellanos de Castilla,
tratade ben ós gallegos;
cando van, van como rosas;
cando vén, vén como negros!

La gaita gallega

Ventura Ruiz Aguilera

Eco nacional, 1860

A mi querido amigo D. Manuel Murguía

I
Cuando la gaita gallega
el pobre gaitero toca,
no sé lo que me sucede
que el llanto a mis ojos brota.
Ver me figuro a Galicia
bella, pensativa y sola,
como amada sin su amado,
como reina sin corona.
Y aunque alegre danza entone
y dance la turba loca,
la voz del grave instrumento
suéname tan melancólica;
a mi alma revela tantas
desdichas, penas tan hondas,
que no sé deciros
si canta o si llora.

II
Recuérdame aquellos cielos,
y aquellas dulces auroras,
y aquellas verdes campiñas,
y el arrullo de sus tórtolas,
y aquellos lagos, y aquellas
montañas que al cielo tocan,
todas llenas de perfumes,
vestidas de flores todas,
donde Dios abre su mano
y sus tesoros agota,
mas, ¡ay!, como me recuerda
también que hay allí quien dobla,
en medio de la abundancia,
al hambre la frente torva,
no acierto a deciros
si canta o si llora.

III


Suena, y cruzan por mi espíritu
puras, risueñas y hermosas
las sombras de los cien puertos
de que Galicia es señora.
Y lentamente pasando,
como ciudades que flotan,
van sus cien naves soberbias
al ronco son de las olas;
mas, ¡ay!, como en ellas veo,
con el oro de sus costas,
sus tiernos hijos desnudos
que miran tristes a Europa,
pidiendo su pan amargo
a la América remota,
no acierto a deciros
si canta o si llora.

IV
¡Pobre Galicia!... Tus hijos
huyen de ti o te los roban,
llenando de íntima pena
tus entrañas amorosas.
Y como a parias malditos,
y como a tribus de ilotas
que llevasen en el rostro
sello de infamia o deshonra,
¡ay!, la patria los olvida,
la patria los abandona,
y la miseria y la muerte
en su hogar desierto moran.
Por eso, aunque en son de fiesta
la gaita gallega se oiga,
no acierto a deciros
si canta o si llora.

V
¡Espera, Galicia, espera!
Lleva la cruz que te agobia,
regando con sangre y lágrimas
esa vía dolorosa.
¡Tendrás sed!... Hiel y vinagre
te darán con mano pródiga,
y, con corona de espinas,
cetro de caña por mofa;
pero los tiempos se acercan,
y cuando suene tu hora,
feliz subirás y grande
a la cumbre de la gloria.
Hoy si la gaita gallega
el pobre gaitero toca,
no acierto a deciros
si canta o si llora.

A gaita gallega

Resposta

Ao eminente poeta D. Ventura Ruiz de Aguilera

I


Cando este cantar, poeta,
na lira xemendo entonas,
non sei o que por min pasa
que as lagrimiñas me afogan,
que ante de min cruzar vexo
a Virgen-mártir que invocas,
cos pes cravados de espiñas
cas mans cubertas de rosas.
En vano a gaita tocando
unha alborada de groria
sons polos aires espalla
que cán nas tembrantes ondas.
En vano baila contenta
nas eiras a turba louca,
que aqueles sons, tal me afrixen,
cousas tan tristes me contan,
que eu podo decirche:
Non canta, que chora.

II
Vexo contigo estos ceos,
vexo estas brancas auroras,
vexo estes campos froridos
donde se arrullan as pombas,
i estas montañas xigantes
que aló cas nubes se tocan
cubertas de verdes pinos
e de froliñas cheirosas.
Vexo esta terra bendita
donde o ben de Dios rebota
e donde anxiños hermosos
tecen brillantes coroas.
Mas, ¡ai!, como tamén vexo
pasar macilentas sombras,
grilos de ferro arrastrando
antre sorrisas de mofa,
anque mimosa gaitiña
toque alborada de groria,
eu podo decirche:
Non canta, que chora.

III


Falas, i o meu pensamento
mira pasar temerosas
as sombras deses cen portos
que ó pé das ondiñas moran,
e pouco a pouco marchando
fráxiles, tristes e soias,
vagar as naves soberbas
aló nunha mar traidora.
I, ¡ai!, como nelas navegan
os fillos das nosas costas
con rumbo a América infanda
que a morte co pan lles dona,
desnudos pedindo en vano
á patria misericordia,
anque contenta a gaitiña
o probe gaiteiro toca,
eu podo decirche:
Non canta, que chora.

IV


Probe Galicia, non debes
chamarte nunca española,
que España de ti se olvida
cando eres, ¡ai!, tan hermosa.
Cal si na infamia naceras,
torpe, de ti se avergonza,
i a nai que un fillo despreza
nai sin corazón se noma.
Naide por que te levantes
che alarga a man bondadosa;
naide os teus prantos erixuga,
i homilde choras e choras.
Galicia, ti non tes patria,
ti vives no mundo soia,
i a prole fecunda túa
se espalla en errantes hordas,
mentras triste e solitaria
tendida na verde alfombra
ó mar esperanzas pides,
de Dios a esperanza imploras.
Por eso anque en son de festa
alegre á gaitiña se oia,
eu podo decirche:
Non canta, que chora.

V
«Espera, Galicia, espera»
¡Canto este grito consola!
Páguecho Dios, bon poeta,
mais é unha esperanza louca;
que antes de que os tempos cheguen
de dicha tan venturosa,
antes que Galicia suba
ca cruz que o seu lombo agobia
aquel difícil camiño
que ó pé dos abismos toca,
quisais, cansada e sedenta,
quisais que de angustias morra.
Págueche Dios, bon poeta,
esa esperanza de groria,
que de teu peito surxindo,
á Virgen-mártir coroa,
i esta a recompensa sea
de amargas penas tan fondas.
Págueche este cantar triste
que as nosas tristezas conta,
que soio ti... ¡ti entre tantos!,
das nosas mágoas se acorda.
¡Dina voluntad dun xenio,
alma pura e xenerosa!
E cando a gaita gallega
aló nas Castillas oias,
ó teu corazón pergunta,
verás que che di en resposta
que a gaita gallega:
Non canta, que chora.



- 30 -

Cando a luniña aparece
i o sol nos mares se esconde,
todo é silencio nos campos,
todo na ribeira dorme.
Quedan as veigas sin xente,
sin ovelliñas os montes,
a fonte sin rosas vivas,
os árbores sin cantores.
Medroso o vento que pasa
os pinos xigantes move,
i á voz que levanta triste,
outra máis triste responde.
Son as campanas que tocan,
que tocan en sons de morte,
i ó corazón din: N'olvides
ós que para sempre dormen.

¡Que triste! ¡Que hora tan triste
aquela en que o sol se esconde,
en que as estrelliñas pálidas
tímidamente relosen!
Aló as montañas confusas
de espesas niebras se croben,
i a casa branca en que el vive
en sombra espesa se envolve.
En vano miro e máis miro,
que os velos da negra noite
entre ela i os meus olliños
traidoramente se poñen.
¿Que fas ti mentras, meu ben?
Dime donde estás, en donde,
que te aspero e nunca chegas,
que te chamo e non respondes.
¿Morreches, meu queridiño?
¿O mar sin fondo tragoute?
¿Leváronte as ondas feras
ou te perdeches nos montes?
Vou perguntando ós airiños,
vou perguntando ós pastores,
ás verdes ondas pergunto
e ninguén ¡ai! me responde.
Os aires mudiños pasan,
os pastoriños non me oien,
i as xordas ondas fervendo
contra os penedos se rompen.

Mais ti non morreche, ingrato,
nin te perdeches nos montes;
ti quisais mentras que eu peno,
dos meus pesares te goces.
¡Coitada de min! ¡Coitada!
Que este meu peitiño nobre
foi para ti deble xunco
que ó menor vento se torce.
¡I en recompensa ti olvídasme!
Dasme fel, e dasme a morte...
¡Que este é o pago, desdichada,
que á que ben quer dan os homes!
Mais ¡que importa! ben te quixen...
Querreite sempre... Así cómpre
a quen con grande firmesa,
vidiña i alma entregouche.
Ahí tes o meu corazón,
si o queres matar ben podes,
pero como estás ti dentro,
tamén si ti o matas, morres.

- 31 -

I
Si a vernos, Marica, nantronte viñeras
á festa do Seixo na beira do mar,
ti riras, Marica, cal nunca te riches
debaixo dos pinos do verde pinar.

Á sombra dos pinos, Marica, ¡que cousas
chistosas pasaron!, ¡que rir toleirón!
Relouca de arriba, relouca de abaixo,
iñamos, viñamos i o bombo... ¡pon!.... ¡pon!

As cóchegas brandas, as loitas alegres,
os berros, os brincos, os contos sin fel,
todiños peneques, alegres todiños....
I a nosa señora detrás do tonel.

- 32 -

Como chove miudiño,
como miudiño chove;
como chove miudiño
pola banda de Laíño,
pola banda de Lestrove.

¡Como a triste branca nube
truba o sol que inquieto aluma,
cal o crube i o descrube,
pasa, torna, volve e sube,
enrisada branca pruma!

Xa, dempois, lonxe espallada
polos aires fuxitivos,
desteñida, sombrisada,
nos espazos desatada,
cae brillando en raios vivos.

Misteriosa regadeira
fino orballo no chan pousa
con feitiña curvadeira,
remollando na ribeira
frol por frol, chousa por chousa.

Semellando leve gasa
que sotil o vento move,
en frotantes ondas pasa
refrescando canto abrasa,
o que o sol ardente crobe.

¡Como chove miudiño
polas veigas de Campaña!
¡Cal se enxugan de camiño
os herbales de Laíño!
¡Como a Ponte en sol se baña!

Para Caldas todo é escuro,
ceo azul lose na Adina,
trasparente, limpo e puro;
da Arretén no monte duro
nube corre pelegrina.

Triste vai, que á terra toca
xa cos pés de branca neve,
xa ca fina fresca boca;
triste vai, que ós ceos invoca
i a bicar o chan se atreve.

Triste vai cando se abate
vaporosa, soia e muda,
cando maina as alas bate
como un corazón que late
ferido por pena ruda.

Tal maxino a sombra triste
de mi maa, soia vagando
nas esferas onde existe;
que ir á groria se resiste,
polos que quixo agardando.

Vexo o Souto en parda sombra
envolvendo o seu ramaxe,
que por bon, do Rei se nombra,
donde fero o vento asombra,
roxe e estala de coraxe.

I o Palacio, serio e grave,
¡canto en pura luz se baña!
Tal parés pesada nave
que volver ó mar non sabe,
se encallou na fresca braña.

Vexo Valga á beira hermosa
dun camiño todo prata,
casta virxe candorosa,
sentadiña en chan de rosa,
vestidiña de escalrata.

A San Lois vexo brillando
bañado por tintas puras,
sol e sombras amostrando,
en reposo contemprando
montes, auguas e verduras.

I a Padrón, ponliña verde,
fada branca ó pé dun río,
froita en frol da que eu quixerde,
lonxe miro que se perde
baixo un manto de resío.

¡Que inchadiña branca vela
antre os millos corre soa,
misteriosa pura estrela!
Dille o vento en torno dela:
«Palomiña, ¡voa!, ¡voa!»

Faille arrolo a branda ría
cun remanso mormuxante,
que nás da arboleda umbría
baixo un toldo de alegría,
ó calor dun sol amante.

¡Sol de Italia, sol de amore...!
¿Ti paisax mellor alumas?
¿Ti máis rosas, máis verdore,
mellor ceu, máis soave core
ves do golfo antre as espumas?

¡Sol de Italia, eu non sospiro
por sentirte ardente raio!
Que outro sol temprado miro;
docemente aquí respiro
nun perene, eterno maio.

Nesta terra tal encanto
se respira... Triste ou probe,
rico ou farto de querbanto,
¡se encariña nela tanto
quen baixo o seu ceu se crobe!...

Os que son nela nacidos,
os que son dela mimados,
lonxe dela están doridos
porque van de amor feridos
por quen fono amamantados.

Polos fillos a nai tira,
xorda, triste, plañideira,
xeme, chora, e mais sospira,
e non para, hastra que os mira
ben chegar por derradeira.

¡Probe nai, canto te quero!
¡Nai tamén, ¡ai!, da nai miña!
O teu chan de amor prefiero,
a canto hai grande ou severo
en toda a terra xuntiña.

¿Como non si ora estou vendo,
nun paisax de prata e rosas,
canto a vida foi querendo,
cos meus ollos remexendo
memoriñas cariñosas?

¡Bosques, casa, sepulturas,
campanarios e campanas
con sons vagos de dozuras
que despertan, ¡ai!, ternuras
que en jamáis podrán ser vanas!

Elas fono as que tocaron
cando os meus alí naceron;
elas fono as que choraron,
elas fono as que dobraron
cando os meus avós morreron.

Elas fono as que alegriñas
me chamaban mainamente
nas douradas mañanciñas,
de mi maa cas cantiguiñas
i os biquiños xuntamente.

Inda vexo onde xogaba
cas meniñas que eu quería,
o enxidiño onde folgaba,
os rosales que coidaba
i a fontiña onde bebía.

Vexo a rúa solitaria
que en paz baña un sol sereno,
sin que a trube man contraria,
igual sempre, nunca varia,
veiga llana en campo ameno.

E tamén vexo enloitada
da Arretén a casa nobre,
donde a miña nai foi nada,
cal viudiña abandonada
que cai triste ó pé dun robre.

Alí está, sombra perdida,
vos sin son, corpo sin alma,
amazona mal ferida
que ó sentir que perde a vida
se adormece en xorda calma.

Casa grande lle chamaban
noutro tempo venturoso,
cando os probes a improraban,
e fartiños se quentaban
ó seu lume cariñoso.

Casa grande, cando un santo
venerable cabaleiro(2)

con tranquilo, nobre encanto,
baixo os priegues do seu manto
cobexaba ó perdioseiro.

Cando os cantos na capilla
da Gran casa resoaban
con fervor e fe sensilla,
rico fruto da semilla
que os varóns santos sembraban.

Ora todo silensioso
causa alí medo e pavura,
mora esprito temeroso
nos salóns onde o reposo
fixo un niño ca tristura.

Risas, cantos, armonía,
brandas músicas, contento,
festas, dansas, alegría,
se trocou na triste e fría,
xorda vos do forte vento.

No gran patio as herbas crecen
vigorosas sin coidado,
i as silveiras que frorecen
no seu tempo fruto ofrecen
ós meniños sazonado.

I ante aquel silencio mudo
que a trubar naide alí chega,
antre aquel ¡xa fun! tan rudo,
vese inteiro un nobre escudo
que a desir non son se nega.

Craros timbres mostra ufano
cun soberbo casco airoso...
mais detrás dun son tan vano
vese o probe orgullo humano,
homillado e polvoroso.

Tras da calada visera,
que hai uns ollos feridores
que nos miran, se dixera;
que nons din: todo é quimera
neste mundo de dolores.

¡Casa grande!, ¡triste casa!,
quen de aquí tan soia miro
parda, escura, triste masa,
¡casa grande!, pasa, pasa...
Ti xa n'es más que un sospiro.

Meus avós, ¡ai!, xa morreron,
os demais te abandonaron,
os teus lustros pereceron,
i os que millor te quixeron,
tamén de ti se apartaron.

Mes tras mes, pedra tras pedra,
ti te irás desmoronando
ceñida por sintas de hedra,
mentras que outra forte medra,
que así o mundo vai rolando.

¡Mais que lus, que colorido
nos espazos se dilata!
Luce o sol descolorido
i arco de iris xa nacido
longa sinta se desata.

Como chove miudiño,
como miudiño chove;
como chove miudiño
pola banda de Laíño,
pola banda de Lestrove.




- 35 -

Eu cantar, cantar, cantei,
a grasia non era moita,
que nunca (delo me pesa)
fun eu meniña grasiosa.
Cantei como mal sabía
dándolle reviravoltas,
cal fan aqués que non saben
direitamente unha cousa.
Pero dempois paseniño,
i un pouco máis alto agora,
fun botando as miñas cántigas
como quen non quer a cousa.
Eu ben quixera, é verdade,
que máis boniteiras foran;
eu ben quixera que nelas
bailase o sol cas palomas,
as brandas auguas ca luz
i os aires mainos cas rosas;
que nelas craras se visen
a espuma das verdes ondas,
do ceu as brancas estrelas,
da terra as prantas hermosas,
as niebras de cor sombriso
que aló nas montañas rolan,
os berros do triste moucho,
as campaniñas que dobran,
a primadera que ríe
i os paxariños que voan.
Canta que te canta, mentras
os corazóns tristes choran.
Esto e inda máis, eu quixera
desir con lengua grasiosa;
mais donde a grasia me falta
o sentimiento me sobra,
anque este tampouco abasta
para espricar certas cousas,
que a veces por fora un canta
mentras que por dentro un chora.
Non me espriquei cal quixera
pois son de espricansa pouca;
si grasia en cantar non teño
o amor da patria me afoga.
Eu cantar, cantar, cantei,
a grasia non era moita.
¡Mais que faser, desdichada,
si non nacín máis grasiosa!


Rosalia de Castro (1837-1885) - biografía

Non pode o poeta prescindir do medio en que vive e da natureza que o rodea, ser alleo ó seu tempo e deixar de reproducir, hastra sen pensalo, a eterna e laiada queixa que hoxe exhalan tódolos labios... E libros enteiros poideran escribirse falando do eterno infortunio que aflixe ós nosos aldeáns e mariñeiros, soia e verdadeira xente de traballo no noso país".


A SÚA VIDA

Nace en Santiago de Compostela o 24 de febreiro do ano 1837, ás 4 da madrugada, no Camiño Novo nunha casa que xa non existe. Foi bautizada no Hospital Real (actual Hostal dos Reis Católicos) cos nomes de María Rosalía Rita.

A súa nai María Teresa de Castro y Abadía (1804-1862), era de familia fidalga, os Castro, de orixe castelán, pero establecida en Galicia dende a Idade Media; foron condes de Lemos nunha das súas ramas. O seu pai, José Martínez Viojo (1798-1870) era un seminarista que logo chegaría a ser Capelán da Colexiata de Iria.

Así dicía a acta orixinal de bautizo, do Hospital Real:


" En veinte y cuatro de febrero de mil ochocientos treinta y seis, María Francisca Martínez, vecina de San Juan del Campo, fue madrina de una niña que bauticé solemnemente y puse los santos óleos, llamándole MARÍA ROSALÍA RITA, hija de padres incógnitos, cuya niña llevó la madrina, y va sin número por no haber pasado a la Inclusa; y/ para/ que así conste, lo firmo.

José Vicente Varela y Montero"


A casa onde naceu Rosalía pertencía á familia de Romero Ortiz, que acollera a dona Teresa ó ser solteira e quedarse embarazada. Rosalía foi rexistrada como "filla de pais incógnitos". A súa madriña, María Francisca Martínez, levouna consigo a Lestedo sendo a familia paterna quen se fai cargo dela nos seus primeiros anos de vida. Non se sabe o momento exacto en que foi levada á casa do seu pai no Castro de Ortoño (Ames), onde estivo ó coidado das súas tías paternas Josefa e Teresa; o seu pai, a pesar da súa condición non a abandona e encárgase da súa educación.


Descoñécese cantos anos estivo Rosalía en Ortoño, probablemente ata os doce que é cando pasa a vivir en Padrón coa súa tía Teresa Martínez Viojo, onde Teresa de Castro se fai cargo dela e pasan a vivir logo a Santiago. Alí estuda música e debuxo na "Sociedad de Amigos del País". Nesa mesma época participa activamente no "Liceo de la Juventud", instalada no antiguo convento de San Agustín. Rosalía tiña grandes dotes de actriz e sábese que en 1854 representa no Liceo o papel principal de Rosmunda, drama de Gil y Zárate, con gran éxito. No Liceo toma contacto coa vida intelectual de Santiago e coñece a Pondal e Aurelio Aguirre. Este último exerceu gran influencia en Rosalía e que se revela sobre todo en La flor, o primeiro libro de Rosalía. Tamén hai unha poesía de Aguirre dedicada a Rosalía daquela época.

En 1856 Rosalía trasládase a Madrid, onde vive na casa dunha prima da súa nai, María Josefa Carmen García-Lugín y Castro. Publica a colección de versos La flor, en castelán. Murguía, que por entonces tamén residía en Madrid, escribe un artigo moi favorable, mesmo alentador, en La Iberia, aínda que con obxeccións á pouca madurez dalgunhas composicións. A raíz deste suceso coñécense e casan o dez de outubro de 1858 en Madrid, na igrexa de San Ildefonso. Trasládanse a vivir a Santiago e ó ano seguinte teñen a primeira filla, Alejandra (1859-1937) dez anos maior que o máis vello dos seus seis irmáns. Vivirán en distintos lugares según o destino de Murguía: A Coruña, Madrid, A Mancha, Extremadura e Simancas (onde Murguía é nomeado xefe do "Arquivo de Simancas", despois da Revolución de Setembro), é ahí onde Rosalía escribiu a maioría dos poemas de Follas Novas. En 1862 morre a súa nai. Son anos nos que pasan apuros económicos, a vida non é doada para eles.

En 1863 apareceu (en Vigo) o seu primeiro grande libro -xa tirara varios-, "Cantares Gallegos" (1), sen dúbida a base de todo o rexurdimento literario e non literario da Nosa Terra, recollendo o tímido labor doutros como Pintos ou Añón e o fito que significaron os xogos frorais da Cruña (1861) e o seu "Album de la Caridad" (1862); o 17 de maio daquel ano firma Rosalía a adicatoria da obra pra Fernán Caballero, data adoptada, co gallo do seu centenario, como Día das Letras Galegas (1963).Na década de 1860-70, ferida pola saudade, escribe boa parte de Cantares Gallegos e a maioría das súas novelas.

O sete de novembro de 1868 nace a súa filla Aura que morrerá en 1942. En 1871 volven a Galicia ó ser nomeado Murguía xefe do Arquivo Xeral de Galicia instalándose na Coruña. Neste mesmo ano nacen os xemelgos Gala e Ovidio nas Torres de Lestrove (2-7-71), Ovidio que morreu en 1900 foi un destacado pintor e Gala vai ser a última das súas fillas en desaparecer (14 de xaneiro de 1964).

En 1873 nace na Coruña, Amara que finará en 1921. O 20 de marzo de 1875 nace en Santiago Adriano Honorato Alejandro, que morrerá ó caer dunha mesa o 4 de novembro de 1876 en en 1877 nace, morta, Valentina.
Os derradeiros anos da súa vida pásaos en Padrón, na súa casa de A Matanza (hoxe Casa Museo de Rosalía). Alí remata Follas Novas e escribe En las orillas del Sar.

En Padrón atopábase a casa solariega dos Castro, o pazo de A Arretén, que por aquel entonces xa non pertencía á familia. Rosalía evócaa nun poema de Cantares Gallegos, Como chove miudiño, así como a figura do seu avó, José de Castro Salgado, que Rosalía non chegou a coñecer. Rosalía tiña interese en publicar Historia de mi abuelo, pero nin chega a editarse, nin o orixinal chega ata nós, probablemente desaparecido na queima de papeis que ordenou facer á súa filla Alejandra antes de morrer.

Rosalía nunca foi unha muller forte e en 1885 agrávase o cancro que padecía, por iso decide pasar unha tempada en Carril, na ría de Arousa, xa que antes de morrer quería ve-lo mar.

Ós 48 anos, o día 15 de xullo de 1885, morre en Padrón, donde levaba tempo morando, na casa da Matanza que hoxe está convertida en museo.

Foi enterrada no cemiterio da Adina, na igrexa parroquial de Iria, á que ela cantara nuns preciosos versos de Follas Novas.

O 25 de maio de 1891 os seus restos foron trasladados á igrexa de San Domingos de Bonaval, en Santiago, ó Panteón de Galegos Ilustres, onde repousa na actualidade.

A OBRA DE ROSALÍA



Rosalía escribiu en galego e en castelán, en prosa e en verso. A súa obra está profundamente marcada polas circunstancias que rodearon a súa vida, apuros económicos, desgracias familiares e saúde delicada.

En galego escribiu os libros de poemas Cantares gallegos (1863) e Follas novas (1880). En castelán e en verso, La flor (1857), A mi madre(1863) e En las orillas del Sar (1884). En castelán escribiu tamén a novela romántica El caballero de las botas azules (1867).

En Cantares gallegos, Rosalía de Castro trata de dignifica-la imaxe de Galicia, conta os costumes do pobo e defende o galego. Moitos poemas son glosas de cantigas populares. Denuncia a miseria e a emigración masiva a que estaban obrigados os galegos, sen deixar de verte-los seus sentimentos e vivencias persoais.

Follas novas é unha obra profundamente intimista, reflexo dos sentimentos persoais de Rosalía: soidade, dor e desasosego. Con poesía de acento universal, Rosalía recorre o camiño do particularismo e do universalismo, para transcende-las vivencias estéticas e dar unha visión radical da vida e preguntarse polo sentido mesmo da existencia humana.

A poetisa folclórica de Cantares gallegos transfórmase en poetisa filosófica en Follas novas, onde se amosa como un xenio da literatura universal pola súa poesía metafísica.

A primeira publicación de "CANTARES GALLEGOS"





A Vigo correspondeulle a honra de ser a cidade onde se editou o libro fundacional da literatura galega: ‘Cantares gallegos', de Rosalía de Castro. Ó feito, descoñecido por moitos vigueses, dá fe unha placa desde 1985, colocada na casa onde estaba a imprenta, no número 12 da rúa Real: "No ano 1863 imprimiuse por primeira vez o libro ‘Cantares gallegos’ de Rosalía de Castro nos talleres de Juan Compañel instalados nesta casa. Vigo, 1985. Primeiro centenario do pasamento da ilustre escritora".

‘Cantares gallegos’ levaba unha dedicatoria en castelán á xa consagrada escritora Fernán Caballero pola súa defensa de Galicia sen ser galega ("por haberse apartado algún tanto, en las cortas páginas en que se ocupó de Galicia, de las vulgares preocupaciones con que se pretende manchar mi país"). A dedicatoria estaba datada o 17 de maio de 1863, día do 30 cumpreanos do seu home, Manuel Murguía. Rosalía tiña entón 26 anos. En realidade, o libro saíu da imprenta algúns días despois, pero esa data ficou para a historia coma da inauguración da literatura galega e é polo que o Día das Letras Galegas celébrase o 17 de maio de tódolos anos.

A conexión de Rosalía con Vigo produciuse a través de Murguía, que viviu varios anos na cidade olívica e era amigo do impresor e editor Juan Compañel, explica Xesús Alonso Montero, director do Centro de Estudios Rosalianos e catedrático emérito de Literatura Galega da Universidade de Santiago, aínda que vive en Vigo desde 1976.

Na cidade olívica, Murguía colaborou coas revistas ‘La Oliva’ e ‘El Miño’, escritas en castelán. "No século XIX era imposible pensar que puidera haber un periódico en galego. Propoñer en 1900 facer un periódico en galego era como propoñer hoxe en Vigo facer un periódico checo". E Compañel publicou tamén outra obriña de Rosalía, ‘A mi madre’, e varios libros de Murguía (todos en castelán), coma ‘La primera luz’, de lecturas escolares, que foi "o primeiro libro feito tendo en conta as peculiaridades dos nenos das escolas galegas".

"Vigo está vencellada ó nacemento da literatura galega, porque 'Cantares gallegos' é o primeiro libro en galego".






www.galespa.com.ar


NEGRA SOMBRA (“FOLLAS NOVAS”, 1880).

Cando penso que te fuches,

negra sombra que me asombras,

ó pé dos meus cabezales

tornas facéndome mofa.

Cando maxino que es ida,

no mesmo sol te me amostras,

i eres a estrela que brila,

i eres o vento que zoa.

Si cantan, es ti que cantas,

si choran, es ti que choras,

i es o marmurio do río

i es a noite i es a aurora.

En todo estás e ti es todo,

pra min i en min mesma moras,

nin me abandonarás nunca,

sombra que sempre me asombras

O libro "Follas Novas" de Rosalía de Castro, foi publicado no ano 1880, e case tódolos seus poemas foron escritos fóra de Galicia. Os temas fundamentais deste libro son: a emigración, a denuncia social e tamén unha temática intimista: a saudade, a soidade, a presencia da morte, a obsesión da negra sombra.

Este poema, “Negra Sombra” , converteuse nunha das máis emblemáticas cancións da música galega, porque o músico , Xoán Montés Capón (Lugo 1840-1899) uniu estas letras cun alalá recollido na Cruz do Incio. Foi presentado por primeira vez no Gran Teatro da Habana no ano 1892.

Considérase un dos cantos máis fermosos e elementais de Galicia, e as súas letras fúndense co trazo melódico de modo que xa non se conciben separadamente

"La Flor", 1857

Rosalía de Castro


Un desengaño


En las riberas vagando
de la mar, las verdes olas
mira Argelina y contando
las horas que van pasando
vierte lágrimas a solas.


Sus lindos ojos de cielo
en el horizonte fija,
por ver si encuentra un consuelo
¡mas ay!, que es vano el anhelo
que su corazón cobija.

Su amante le dijo allí
desde su buque velero:
«Aguarda Argelina aquí:
Que si hoy dejarte prefiero,
mañana vendré por ti.»

Y entera la noche larga
que silenciosa corría
vio pasar; pero en su impía,
crüel desventura amarga
no vio que su bien volvía.

Y el día también llegó:
Mas fue que llegara en vano,
que el bien que ansiosa esperó,
consuelo del mal tirano,
por el mar no pareció.

Y allí todavía está
mirando a la mar movible,
por ver si la mar le da
lo que tal vez imposible
para Argelina será.

Y viendo al fin reducidas
sus esperanzas en nada,
viendo en el viento esparcidas,
las ilusiones perdidas,
su bienandanza frustrada;

mirando al bien que se aleja
con su fugitivo encanto,
dijo en tristísima queja:
«¿Por qué tan sola me deja,
cuando yo le amaba tanto?

¿Por qué si tras él corrí?
¿Por qué si hasta aquí llegué?
¿Por qué si tanto esperé
a verle más no volví?

¿No comprendió que sin él,
fuera un tormento mi vida,
donde guardara escondida
llena una copa de hiel?

¡Adiós, ventura de un día!
¡Adiós, delicia soñada,
donde he mirado estampada
toda la esperanza mía!

¡Ya nunca más te veré,
que el rudo penar que siento
me irá consumiendo lento,
y de dolor moriré!

¡Adiós, hermosa ribera
donde mi esperanza dejo
ya para siempre me alejo
de tu orilla placentera.

Mas si viniendo él aquí
oyeras su dulce canto,
contéstale, dile cuánto,
cuánto por él padecí!...»



Dos palomas


Dos palomas yo vi que se encontraron
cruzando los espacios
y al resbalar sus alas se tocaron...


Cual por magia tal vez, al roce leve
las dos se estremecieron,
y un dulce encanto, indefinible y breve,
en sus almas sintieron.

Y torciendo su marcha en un momento
al contemplarse solas,
se mecieron alegres en el viento
como un cisne en las olas.

Juntáronse y volaron
unidas tiernamente,
y un mundo nuevo a su placer buscaron
y otro más puro ambiente.

Y le hallaron al fin, y el nido hicieron
en blanda cama de azucena y rosas,
y en ella se adurmieron
con las libres y blancas mariposas.

Y al despertar sus picos se juntaron,
y en la aurora luciente
sus caricias de amor se retrataron
como sombra riente.

Y en nubes de oro y de zafir bogaban
cual ondulante nave
en la tranquila mar, y se arrullaban


untas las dos al declinar del día
cansadas se posaban,
y aun los besos el aura recogía
que en sus picos jugaban.

Y así viviendo inmarchitables flores
sus días coronaron,
y nunca los amargos sinsabores
sus delicias turbaron.

.....................................

¡Felices esas aves que volando
libres en paz por el espacio corren
de purísima atmósfera gozando!



Un recuerdo


¡Ay, cómo el llanto de mis ojos quema!...
¡Cuál mi mejilla abrasa!...
¡Cómo el rudo penar que me envenena
mi corazón traspasa!

Cómo siento el pesar del alma mía
al empuje violento
del dulce y triste recordar de un día
que pasó como el viento.

Cuán presentes están en mi memoria
un nombre y un suspiro...
Página extraña de mi larga historia,
de un bien con que deliro.

Yo escuchaba tina voz llena de encanto,
melodía sin nombre,
que iba risueña a recoger mi llanto...
¡Era la voz de un hombre!

Sombra fugaz que se acerco liviana
vertiendo sus amores,
y que posó sobre mi sien temprana
mil cariñosas flores.

Acarició mi frente que se hundía
entre acerbos pesares;
y lleno de dulzura y de armonía
díjome sus cantares.

Y ¡ay!, eran dulces cual sonora lira,
que vibrando se siente
en lejana enramada, adonde expira
su gemido doliente.

Yo percibí su divinal ternura
penetrar en el alma,
disipando la tétrica amargura
que robara mi calma.

Y la ardiente pasión sustituyendo
a una fría memoria,
sentí con fuerza el corazón latiendo
por una nueva gloria.

Dicha sin fin, que se acercó temprana
con extraños placeres,
como el bello fulgor de una mañana
que sueñan las mujeres.

Rosa que nace al saludar el día,
y a la tarde se muere,
retrato de un placer y una agonía
que al corazón se adhiere.

Imagen fiel de esa esperanza vana
que en nada se convierte;
que dice el hombre en su ilusión mañana,
y mañana es la muerte.

Y así pasó: Mi frente adormecida
volvióse luego roja;
y trocóse el albor de mi alegría,
flor que, seca, se arroja

Calló la voz de melodía tanta
y la dicha durmió;
y al nuevo resplandor que se levanta
lo pasado murió.

Hoy sólo el llanto a mis dolores queda,
sueños de amor de¡corazón, dormid:
¡Dicha sin fin que a mi existir se niegan
gloria y placer y venturanza huid!...



El otoño de la vida


Una tarde de paz en el estío
en que al sopor del caluroso ambiente
se mezclaba lo fresco del rocío.
Hora en que el sol su brillantez perdía,
cubierto allá por las doradas nubes
donde hermosas sus luces escondía.


Sembrada de azucenas y verdura
selva en verdad de dilatado espacio,
convidaba al reposo y la tristura;
y en la pálida sombra que extendían
las ramas de sus árboles frondosos,
misteriosas dulzuras se escondían.

Ningún eco cercano se escuchaba,
ni el insecto de espléndidos colores
jugando por los aires revolaba.
Parece que en redor todo dormía,
que ni aun el aura entre las blandas flores
con su manso murmullo se sentía.

De cuando en vez algún ligero viento
que al mismo tiempo de nacer moría,
cual de un niño que expira el breve aliento.
Un eco inusitado produciendo
pasaba entre el verdor de aquel follaje,
y en el espacio al fin se iba extinguiendo.


Y al cabo en el silencio adormecidas
las olorosas plantas reposaban
en la sombra fresquísima escondidas.
Un joven allí inmóvil descansaba
cabe del pie de carcomida encina,
y una blanda ilusión acariciaba;

y el ¡ay!, que postrimero se sentía
de aquella tarde, amortiguado y yerto,
aquel joven tal vez lo recogía...
Clavado su mirar en unas flores
que lozanas y bellas se entreabrían,
se encantaba, quizás de sus colores.

Y al seguir el instinto que lo impele
con placer una de ellas ha tocado;
mas al instante mismo retrocede.
Ve que la flor tan sonrosada y pura
cambiando su color mustia se vuelve
al sentir de su mano la prensura.

Y una arruga marcó su blanca frente
al mirar transición tan repentina;
y alguna idea se quemó en su mente...
Mas insiste otra vez; la mano alarga
por coger otra flor que era más bella,
y un pensamiento de dolor le embarga
al ver también que se doblega y muere
la flor que tan bonita se mecía,
y en vano el joven revivir la quiere.

Y también esta vez su frente pura
nublada fue por una idea extraña
mezclada entre vapores de amargura.
A poco rato un pajarillo hermoso
de dulce canto y purpurinas alas
que busca en la pradera su reposo,
paróse junto al joven que extasiado
mirándole en su vuelo le siguiera
de su rara belleza enamorado.


Y al verle que tan cerca se detiene
muy suavísimamente le aprisiona,
y un instante en su mano le contiene.
Y el pajarillo entonces aletea
por salir de la cárcel que le oprime,
y pierde su vigor en la pelea.
Y al fin, después de que se agita en vano,
su pobre corazón de latir cesa,
y muerto se le queda entre la mano...


.......................


Una paloma silvestre
ligera viene y se posa
en el árbol do reposa
eljoven que se durmió.

Ya su cantar poco dulce
marchóse el blando beleño
de su pacífico sueño;
y el joven se levantó.

La vista tiende en la selva
para despedirse acaso,
mas tras él sintiendo el paso
de algún animado ser,
vuelve la cabeza y mira
un niño que juguetea,
y contento se recrea
con inocente placer;
y que en su mano lozanas
las flores marchitas antes,
con sus colores brillantes
volvieron a relucir;
y el pájaro que doliente
entre sus manos muriera,
ora cantando volviera
con su hermosura a vivir.

..................................

Es esta flor, yo te lo juro,
emblema santo que respeto,
nada profano en torno encierra,
es de mi fe dulce amuleto.

Yo la encontré lozana y bella,
pero tan triste en su color,
que creo vi por su corola
cierto reflejo de dolor.

Y la cogí, y aquí guardada
la puse junto al corazón;
y nadie supo que escondía,
quizá... fatal profanación...

-Dámela, dijo Inés: Yo quiero
verla en mi frente relucir,
y así tal vez la fe perdida
vuelva en mi pecho a revivir.

-¿Sabes Inés lo que me pides?
¿Quieres lucir con esa flor..?
¿Sabes quizá si en ti brillara
con un siniestro resplandor?

-¡Es su recuerdo no lo dudo
cuando la niegas a mi afán!...
-Tómala Inés, él la responde;
¡sus hojas, ¡ay!, te abrasarán!

¿Sabes por qué yo la escondía
por qué a tu afán se la negué...?
Voy a contarte al fin la historia
que siempre oculta reservé.


Era una noche pura,
tan clara como el día,
la luna repartía
su pálido fulgor.


Y yo en mi capa envuelto,
siguiendo mi destino
marchaba en mi camino
sin miedo ni temor.

Ningún recuerdo entonces
de la pasada historia
turbaba mi memoria
ni me hizo padecer.

Ningún eco sentido
cruzó mi pensamiento,
ni un ¡ay!, de sentimiento
de mágico poder.

Mas sin pensar, mis ojos
cercano divisaron
un punto, a do tornaron,
de extraño resplandor.

Y allí marchando pronto,
bajéme y vi crecida
sobre su tallo erguida
la contristada flor.

Parece que me dijo
al acercarme a ella:
«La esencia soy de Estrella
contigo quiero estar;
si no me llevas pronto
marchita ya y sin vida,
ya mi aroma esparcida
por siempre quedará.»


Y allí junto a la losa
de su sepulcro estaba;
y allí me demandaba
recuerdos que olvidé;
que ocultos en un mundo
corrieron escondidos,
donde vagar perdidos
por siempre los dejé.

La recogí al momento,
y en mí guardada estuvo,
su esencia se contuvo
sin escapar de mí.

Y nunca esa flor triste
privó de que te amara,
ni nunca ella esperara
lo que he encontrado en ti.

Si oyendo aquesta historia
llevártela quisieras,
sin duda no tuvieras
ni fe ni corazón.

Que aquel que no respeta
las prendas de los muertos,
sus pasos tan inciertos
serán cual su razón.


...............................

Contaban meses después,
que cierta joven hermosa,
habiendo puesto una rosa
que en un sepulcro nació,
presa en su negro cabello
para lucirse más bella,
la flor, prendiéndose en ella,
jamás su frente dejó.


Que allí marchita y ajada
se fue la rosa quedando,
y que lajoven secando
sintió con la flor su sien.
Y cuando al fin ya del todo
la flor se quedó sin vida,
la joven con ella unida
murió marchita también.


Y cada cual con espanto
viendo su tumba contaba,
que aquel sepulcro guardaba
La rosa del CampoSanto.

======================

"En las orillas del Sar", 1884

Rosalía de Castro


1

A través del follaje perenne
que oír deja rumores extraños,
y entre un mar de ondulante verdura,
amorosa mansión de los pájaros,
desde mis ventanas veo
el templo que quise tanto.

El templo que tanto quise...,
pues no sé decir ya si le quiero,
que en el rudo vaivén que sin tregua
se agitan mis pensamientos,
dudo si el rencor adusto
vive unido al amor en mi pecho.



Los robles

Allá en tiempos que fueron, y el alma
han llenado de santos recuerdos,
de mi tierra en los campos hermosos,
la riqueza del pobre era el fuego,
que al brillar de la choza en el fondo,
calentaba los rígidos miembros
por el frío y el hambre ateridos
del niño y del viejo.

De la hoguera sentados en torno,
en sus brazos la madre arrullaba
al infante robusto;
daba vuelta, afanosa la anciana
en sus dedos nudosos, al huso,
y al alegre fulgor de la llama,
ya la joven la harina cernía,
o ya desgranaba
con su mano callosa y pequeña,
del maíz las mazorcas doradas.

Y al amor del hogar calentándose
en invierno, la pobre familia
campesina, olvidaba la dura
condición de su suerte enemiga;
y el anciano y el niño, contentos
en su lecho de paja dormían,
como duerme el polluelo en su nido
cuando el ala materna le abriga.

..................


Unos con la calumnia le mancharon,
otros falsos amores le han mentido,
y aunque dudo si algunos le han querido,
de cierto sé que todos le olvidaron.

Solo sufrió, sin gloria ni esperanza,
cuanto puede sufrir un ser viviente;
¿por qué le preguntáis qué amores siente
y no qué odios alientan su venganza?


II

Si para que se llene y se desborde
el inmenso caudal de los agravios,
quieren que nunca hasta sus labios llegue
más que el duro y amargo
pan, que el mendigo con dolor recoge
y ablanda con su llanto,
sucumbirá por fin, como sucumben
los buenos y los bravos
cuando en batalla desigual les hiere
la mano del cobarde o del tirano.

Y ellos entonces vivirán dichosos
su victoria cantando,
como el cárabo canta en su agujero
y la rana en su charco.
Mas en tanto ellos cantan... -¡muchedumbre
que nace y muere en los paternos campos
siempre desconocida y siempre estéril!-
triste la patria seguirá llorando,
siempre oprimida y siempre
de la ruindad y la ignorancia pasto.

7

Un manso río, una vereda estrecha,
un campo solitario y un pinar,
y el viejo puente rustico y sencillo
completando tan grata soledad.

¿Qué es soledad? Para llenar el mundo
basta a veces un solo pensamiento.
Por eso hoy, hartos de belleza, encuentras
el puente, el río y el pinar desiertos.

No son nube ni flor los que enamoran;
eres tú, corazón, triste o dichoso,
ya del dolor y del placer el árbitro,
quien seca el mar y hace habitar el polo.

61

Del mar azul las transparentes olas

mientras blandas murmuran

sobre la arena, hasta mis pies rodando,
tentadoras me besan y me buscan.

Inquietas lamen de mi planta el borde,
lánzanme airosas su nevada espuma,
y pienso que me llaman, que me atraen

hacia sus salas húmedas.

Mas cuando ansiosa quiero
seguirlas por la líquida llanura,
se hunde mi pie en la linfa transparente

y ellas de mi se burlan.

Y huyen abandonándome en la playa
a la terrena, inacabable lucha,
como en las tristes playas de la vida
me abandonó inconstante la fortuna.


82

En la altura los cuervos graznaban,
los deudos gemían en tomo del muerto,
y las ondas airadas mezclaban
sus bramidos al triste concierto.

___________


Algo había de irónico y rudo
en los ecos de tal sinfonía;
algo negro, fantástico y mudo
que del alma las cuerdas hería.

_______________


Bien pronto cesaron los fúnebres cantos,
esparcióse la turba curiosa,
acabaron gemidos y llantos
y dejaron al muerto en su fosa.

Tan sólo a lo lejos, rasgando la bruma,
del negro estandarte las orlas flotaron,
como flota en el aire la pluma
que al ave noctuma los vientos robaron.

..............

Una sombra tristísima, indefinible y vaga
como lo incierto, siempre ante mis ojos va
tras de otra vaga sombra que sin cesar la huye,
corriendo sin cesar.
Ignoro su destino... mas no sé por qué temo
al ver su ansia mortal,
que ni han de parar nunca, ni encontrarse jamás.


Rosalía de castro

DATOS TOMADOS DE:

http://www.galespa.com.ar/rosalia_ponte.htm



Actualizado el 20-02-2008

Las campanas de Bastabales

"...hoy me acerqué a Bastabales a sacar fotos para un futuro post
y me acordé de ti...
Te mando una foto de las famosas campanas de Rosalía."
*
¡Gracias!
*
Isidro, autor del blog Mis pueblos
mi querido amigo gallego...
*
*
*
*******************


*
*
*
==========================================


En Zafiros y piedras :
les dejo un post sobre el PUERTO DE BUENOS AIRES
En Arím
un post sobre el verano en la costa atlántica...(Mar del Plata por el momento)

===========================================

Actualizado el 4 de Febrero

Agradezco a Tea Cup Club el haberme otorgado un reconocimiento con

la dulzura y cariño que las caracteriza.

¡¡Muchas gracias!!

================================================

Actualizado el 8 de Febrero

Jerusalem, autora de: Entre Naranjos y Jazmines me ha otorgado

el premio de Arte y pico, al cual siento como una caricia

y recibo con todo cariño.¡¡Muchas gracias!!

(Entregados en "Zafiros y Piedras")

===============================================

Actualizado el 12 de Febrero

Airblue, autora de: Sueños de aire azul desde su pequeña avioneta

me lanza otro premio Arte y pico

que recibo con mucho cariño.

¡¡Muchas gracias!!

================================================