Hablando de "como las apariencias engañan" le contaba a mis sobrinas algo que me ocurrió.
Cuando empezamos a transitar esta nueva democracia tenía algunas reuniones a las que, aunque no me gustan, en oportunidades me sentía comprometida de asistir.
En esa oportunidad fui invitada a una fiesta en una embajada y aseguro que asistí sin entusiasmo.
Solo nos interrumpía algún periodista, alguien del ambiente de las artes o algún diplomático que saludaban con mucha cortesía a ella y a mi.
Después de los saludos, la señora le entrega su tarjeta de invitación al presidente y le pide que se la firme para guardarla, a lo que el presidente le dice que por favor la firme ella para él, por que era un
El presidente le entrega su tarjeta personal, y firman la mía los dos. El edecán le dice algo al presidente y este me saluda de manera muy cordial, igual su esposa.
Cuando salimos una joven al pasar a mi lado dice " permiso condesa",y yo pensé que ahora entendía algunas deferencias con la señora, por lo que entendí, ella era una condesa. Claro que no daba a esta altura de la noche preguntarle quien era, se rompería el encanto.
Cuando mi" amiga" se retira y nos saludamos como corresponde, me voy al parque y le pregunto a la hija de un médico conocido, si ella conocía a la señora que estaba conmigo,
a lo que ella, riendo, me dice
¿ Pasaste toda la noche con ella y no se presentaron?, le respondí que surgió espontáneamente la conversación y después ya me dio vergüenza preguntarle y que además la firma de la tarjeta no la entendía.
Me dice entonces que la Señora era la escritora Julia Prilutzky Farny,¡ ahora entendía tantos saludos! y le comento a la joven que me llamaba la atención tanta cordialidad.
La joven me dice que muchos querían conocer a la condesa.- a lo que le digo que yo no sabía que la señora era condesa.
Se ríe y me confiesa que se había corrido la voz que yo era una condesa. La verdad es que no sé si la tal condesa estaba, si pasó desapercibida por la confusión o si faltó a la cita.
Felizmente para mi, me enteré de la situación cuando la reunión terminaba y nos retirábamos ya.
Ese fue el mejor ejemplo que encontré para demostrarle a mis sobrinas como
Irma

JULIA PRILUTZKY FARNY
Nació en Kiev (Ucrania) en 1912 y adopto la ciudadanía Argentina. Cursó estudios en la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA, y fue discípula de Alberto Williams en el Conservatorio Nacional de Música.
Fue redactora de la Nación; El Hogar; Para Ti, El Mundo, Mundo Argentino y Clarín.
Inauguró la cátedra de Literatura Hispanoamericana en las Universidades de Madrid y Salamanca y dictó cursos y conferencias en universidades de la Argentina y de Latinoamérica.
Es una poeta representativa de la generación del 40.
Escribió su primer libro a los dieciocho años (Títeres imperiales) que Eduardo Mallea, publicó por entregas en el diario La Nación.
Luego siguieron sus libros de poemas: Viaje sin partida (1939); Intervalo (1940); Sonetos (1942); La Patria (1949); Comarcas (1949); El Escudo (1954); Este sabor de lagrimas (1954); Obra poéticas (1959); No es el amor (1967); Hombre oscuro (1968); Dulce y extraño amor (1982).
Antología del amor publicada por primera vez en 1972 , ha tenido veinticinco ediciones y mereció la Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores.
La dulzura e intensidad de su Poesía nos llena de placer y ternura al leerla, toda su obra es un canto al Amor y a los sentimientos más profundos.
Su poema "Algún Día te Querré" ha sido musicalizado por Cesar Isella en una zamba que lleva ese nombre
Como periodista, hizo reportajes a Franklin Delano Roosevelt, al escritor Lin Yutang, al Papa Paulo VI (en una rara ocasión en que un pontífice otorgó una entrevista).
Fue amiga de Alfonsina Storni y de Eva Perón. Falleció en Buenos Aires a los 89 años el 12 de marzo de 2002.
SONETOS
IX
Un día te querré... Un día: ¿cuando?
No lo sé, ni me importa, todavía.
Tan segura de amarte estoy, un día,
que ni anhelo ni busco: voy andando.
Mi mano que la espera va ahuecando,
hoy reposa indolente, blanda y fría.
Un día te querrá... Hoy sólo ansía
encerrase en la tuya, descansando.
Mi amor sabe aguardar.
No es impaciente:
su deseo es arroyo, y no torrente
que hacia ti, con certeza, sigue andando.
Y una tarde cualquiera y diferente
me he de dar a tu amor, serenamente.
Un día te amaré : ¿qué importa cuando?
De «Viaje sin partida», 1939
2
Cómo decir mi corazón dormido
desnudo de dolor, deshabitado;
cómo decir mi corazón guardado
de cualquier avidez, de todo olvido.
Cómo explicar que ya no importa el ruido
cuando el silencio es el mejor llamado,
y cómo revelar lo bien ganado
en este alegre amor de lo perdido.
Cómo decir que el sol está, y es mío;
que el horizonte más allá del río
me destina su espuma perdurable
y una callada urgencia que no afronto.
Cómo decir que soy feliz, de pronto,
feliz de una manera inexorable.
(De «Este sabor de lágrimas», 1954)
Hija de una médica y de un ingeniero que le dieron una extraordinaria formación cultural y amigos notables: Miguel de Unamuno, Alfredo Palacios —su padrino—, Benito Quinquela Martín.
Brillante discípula de piano de Alberto Williams, estudiante avanzada de derecho, terminó desarrollando distintas actividades, con la literatura y el periodismo como ejes. Viajera inquieta, recibió distinciones en el exterior antes de que le llegara el éxito en la Argentina. Fue en 1978 —ya tenía doce libros publicados—,
La Antología —en realidad, seis libros escritos entre 1939 y 1967 y reunidos en un solo volumen— se convirtió en un best seller: en cuatro años vendió 180.000 ejemplares, y otros 80.000 en la década siguiente. Con el mismo título, varios de los poemas llegaron al disco, musicalizados por Héctor Stamponi, Eladia Blázquez y Chico Novarro, entre otros autores, e interpretados por varios cantantes.
"Algunos dicen que escribo versos de caramelo", reconoció. Antes que refutarlo, prefirió disfrutar del mundo de la farándula, recién estrenado. Orgullosa de haber vivido todos los sentimientos amorosos que rimaba, se mantuvo coqueta aún anciana.
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