23 de mayo de 2009

Poemas de Adonis


Ali Ahmad Said Esber
Siria 1930

"En el amor desaparece toda desigualdad”



HOMENAJE A ELLA

...Cuerpo-
la más bella morada de la imaginación.


Placer-
resurrección del cuerpo.


...Sus lágrimas-
arroyo en el que navega el deseo.


Mi mirada se pierde en las regiones de su cuerpo.
El mayor océano
es el cuerpo de una mujer enamorada.


Cuando me ve
su rostro se enciende.
Yo soy su fuego interno.


-El corazón del amante está entre sus labios.
El corazón de la amante está bajo su ombligo.


N o, no puede ver en la rosa
más que un cuerpo de mujer.


¿Por qué tu recuerdo no me deja?
Ni el viento me escuchó
cuando dije: te quiero.


Se levanta en su cuerpo,
duerme en el cuerpo de ella.


La línea recta
es círculo en el amor.


El hombre para la mujer es un libro
que ella sólo puede leer con todo el cuerpo.


El perfume es el más bello traje
que puede vestir una mujer.


No entrarás en la noche del cuerpo
a menos que te entregues al sol de la locura.


Para el cuerpo, el presente
es la forma del tiempo.


Sé modesta, lengua.
Sólo el cuerpo puede escribir al cuerpo.


El perfume de mujer es creado:
para ser lecho y falo del aire.


Sueña, sueña-
dice la rosa marchita.


He visto a la mujer
que vio la golondrina
que creó la primavera:
eres tú.


ESPEJO DEL CUERPO DEL AMANTE

Cada día, el cuerpo del amante
se disuelve en el aire,
se convierte en perfume,
gira, convoca a todos los perfumes
a que se reúnan en su lecho,
cubre sus sueños,
se evapora como incienso,
vuelve como incienso.
Sus primeros poemas son sufrimiento
de niño perdido en el torbellino de los puentes,
sin saber mantenerse en el agua
ni cruzarla.


HOMENAJE A LA SOLEDAD

SOLEDAD - jardín
con un sólo árbol.


Desde la infancia
por este camino vamos
mi amigo el poeta y yo.
¡Qué extraño!
Sus pasos todavía vuelan con el polvo.


Mi amistad es para el narciso.
Mi amor es para otra flor
que no mencionaré.


Sediento
sólo me saciará
un agua que no puedo alcanzar.


El que no tengas secretos
también es un secreto.


Sé ausencia
para permanecer como pregunta.


Amo la lluvia
que ama la palidez de la tierra.


Si no actúas
más que para realizar aquello que deseas,
¡qué ínfimo es lo que haces!


Prefiero la traición de la palabra a la palabra,
que la fidelidad de la piedra a la piedra.


¿Tras la altura el descenso?
No lo creo-
Lo alto lleva siempre hacia lo más alto.


Lo que te dices a ti mismo
se lo dices al otro-
aunque no te lo propongas.


No conozco de lo que conozco
más que mi ignorancia
de lo que aún desconozco.
Dicen: lo fácil es imitar.
¡Ah! Si pudiera imitar al mar.


Siempre olvido lo que poseo
para poder liberarme
de lo que me posee.


El individuo es unidad de lo infinito.
La multitud es el infinito de la unidad.


A veces
el sol no puede alumbrarte
y una vela te alumbra.


Mi deseo- que mi capacidad de deseo
sea mayor que mi capacidad
de realizar mis deseos.


Un hombre solo: un ala.
Una mujer sola: un ala rota.


Saldré de mi soledad
mas ¿para ir adónde?


Me pongo frente al espejo
no para mirarme
sino para asegurarme:
¿de verdad eso que veo soy yo?


El arco iris juró
vagar eternamente
porque perdió su primera casa.


Ayer , al despertarme,
vi al sol frotarse los ojos
en el cristal de mi ventana.


Afirmo que el sol es otra sombra,
mas no tengo pruebas.
Afirmo que la luna es otro fuego-
tengo muchas pruebas.


Mis días pasados tienen una tumba
sin cadáver.


¡Qué extraña es mi memoria!:
Un jardín repleto de toda clase de árboles
y no veo ni un sólo fruto.


Las palabras que conozco se han tornado
en un bosque de tristeza.


A veces siento
que el abismo al que me asomo
no es lo bastante amplio para mis pasos.


Confieso mi error-
creo que era acertado.


Siempre que pregunto
me divido en dos:
mi pregunta y yo-
La pregunta busca respuesta,
yo busco otra pregunta.


¿Por qué aquella noche sentí
que el cielo era la guitarra de la noche
y las estrellas sus cuerdas rotas?
¿Será porque dormí solo?


Ahora sé por qué
alaban, a veces, a las tinieblas
los que no sueñan más que con la luz.


Escucho en las palabras campanadas
que anuncian mi tercer nacimiento.


Todo lo que no he escrito
lo he olvidado.
Y ahora es lo que me escribe.


Escribe-
esa es la vía suprema
para leerte a ti mismo
y escuchar al mundo.


Dale los buenos días a tu camino
si quieres que el sol te acompañe.


Me rebelo contra la llama que me guía.
La llama a la que guío
se rebela contra mí.


Abro un lago para el olvido
y ahogo en él mi historia.


Demasiado tarde
para que seas tú mismo y para saber quién eres-
se te escapó la infancia.


Me das tu rostro,
te doy mis pensamientos.
El rugido es nuestra promesa:
puedes guiarme, mar.


Para ser hermano de la mañana
debes confraternizar con la noche.


¿Qué hacer por este cielo
que se marchita en mis hombros?


Para que ardan en ti los bosques de imágenes
basta con calentarte al fuego del sentido.


Al principio fue la pareja,
luego el primer pecado
que se llamó el solo,
el único.
Así escribiré la palabra pareja,
como si excavara una fuente,
y la pronunciaré
como si fuera a brotar agua.


Todo arde en tomo a él-
fuego en el aire,
fuego en el agua.
¿De dónde viene entonces este frío
que penetra en sus miembros?


Puedes protegerte contra todo
menos contra el tiempo.

De "Homenajes" 1988
Versión de María Luisa Prieto




"El amor es el único motor de cambio"













BIOGRAFÍA
Y POESÍAS
de:

Ali Ahmad Said Esber
Poeta, crítico y antólogo sirio-libanés
También conocido como Adonis
Lugar de nacimiento: Al-Qassabin
( 1930)



Ali Ahmad Said Esber, mundialmente conocido como Adonis, es uno de los más grandes y originales poetas árabes contemporáneos, además de crítico y antólogo de la poesía árabe clásica.

Durante los últimos años, su nombre siempre figura como candidato a recibir el premio Nobel de Literatura y ostenta algunas de las máximas condecoraciones del panorama literario mundial, entre las que figuran la Corona de Oro del Festival Struga Poetry Evenings de Macedonia (1997), el VIII Premio de la organización cultural de Dubai Al Awís y el galardón de la Fundación Príncipe Claus de Holanda (2004).

Nacido en el seno de una familia de campesinos alawita en la aldea de Al-Qassabin (Latakia, Siria) en 1930, aprendió a leer y escribir de manera autodidacta y empezó a componer poesía muy joven. No acudió a la escuela hasta los 13 años, cuando pudo cumplir su deseo de estudiar gracias a un poema que recitó ante el presidente sirio durante una visita de éste a su aldea.

Publicó sus primeros poemas en 1948, firmándolos con el seudónimo Adonis, dios de la juventud y la eterna renovación. Se licenció en Filosofía en la Universidad de Damasco en 1954, y en 1955, debido a su actividad política como miembro del Partido Socialista Sirio, fue acusado de subversión y detenido durante seis meses.
Dos años más tarde, huyendo de la represión política, se estableció en el Líbano, su país de adopción. Allí fundó, junto al poeta Yúsuf al-Jal, la revista de vanguardia Shi'r (Poesía), y años más tarde Mawaqif (Posiciones). En 1973 se doctoró en Literatura en la Universidad Saint Joseph de Beirut. En 1981 viajó como profesor visitante a varias universidades y centros de investigación de Francia, Suiza, Alemania y Estados Unidos. La guerra civil libanesa lo obligó a exiliarse en Francia en 1985, donde reside desde entonces.

Crítico e iconoclasta, es uno de los mayores renovadores de la lírica árabe y uno de sus poetas más internacionales. Ha sido varias veces candidato al premio Nobel de Literatura y ha obtenido muchos otros galardones.
En 1997, en el Festival Struga Poetry Evenings de Macedonia, le fue otorgada la Corona de Oro por su trayectoria literaria.

Es autor de más de veinte obras, entre poemarios y ensayos de crítica literaria, de las cuales han sido traducidas al castellano Canciones de Mihyar el de Damasco (Instituto Hispano-Árabe de Cultura, 1968); Introducción a la poesía árabe (UAM, 1975); Epitafio para Nueva York. Marrakech. Fez (Hiperión, 1987); Libro de las huidas y mudanzas por climas del día y de la noche (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1993); Homenajes (Huerga y Fierro, 1994); Poesía y poética árabes (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 1997); Singulares (Linteo, 2005); El libro (I) (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2006); Este es mi nombre (versión definitiva) (Alianza, 2006); Primer cuerpo-último mar (Huerga y Fierro, 2007) y Sufismo y surrealismo (Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, 2008).

Su obra, caracterizada esencialmente por un fuerte tono social y político, ha sido traducida a numerosos idiomas, ha revolucionado el lenguaje poético desde los años sesenta cuando adoptó el poema en prosa, y ha ejercido una gran influencia en el panorama literario actual.

Es el poeta del amor. De la pasión provista de un deseo carnal tan profundo que arroja al individuo en otra dimensión. Más cósmica, más universal. Su poesía es un canto al amor casi intelectual.
Es también hoy, según la crítica, el gran poeta de las letras árabes vivo. para Adonis, si existe una capacidad transfomadora en la composición poética, ésta reside en su potestad para crear el amor y la belleza.
“Son los verdaderos motores de cambio de cualquier realidad. A través de ellos, se transforma la visión que uno tiene del otro”, adujo. Por eso sigue siendo necesaria y útil. Asimismo, esta visión entronca con la del misticismo, puesto que para el poeta,
“éste no sólo establece un diálogo con el otro, sino una complementaridad: yo no puedo vivir sin el otro”.

“Mucho más allá de la tolerancia, ya que esta indica siempre una forma de poder: yo tolero que tú hables, por ejemplo. En el amor desaparece toda desigualdad”



HOMENAJE AL DÍA Y A LA NOCHE

EL DÍA cierra la verja de su jardín.
Se lava los pies y se pone el manto
para recibir a su amiga la noche.

El crepúsculo avanza lentamente.
En sus hombros hay manchas de sangre,
en sus manos una rosa,
casi marchita.

El alba avanza ruidosa.
Sus manos abren el libro del tiempo
y el sol pasa las páginas.

En el umbral del ocaso
el día rompe sus espejos
para conciliar el sueño.

Los días-
cartas que el tiempo escribe a los hombres
sin palabras.

Cada día
el sol alumbra a un niño
llamado mañana.
Su vida dura poco.

Los momentos son olas del tiempo.
Cada cuerpo es una playa.

El tiempo es viento
que sopla del lado de la muerte.

La noche abotona la camisa de la tierra.
El día la desnuda.

Es el alba-
En el balcón las flores se frotan los ojos.
En la ventana
ondean las trenzas del sol.

El día ve con las manos.
La noche ve con todo el cuerpo.

Si el día hablara,
anunciaría la noche.

Apacible es la mano de la noche
en las trenzas de la melancolía.

El invierno es soledad,
el verano migración.
Entre ambos, la primavera es un puente.
Sólo el otoño se adentra en todas las estaciones.

El tiempo es una montaña
donde habitan el día y la noche.
El día asciende,
la noche desciende.

El día no sabe dormir
más que en el regazo de la noche.

La luna vela
en el balcón de la noche.

Se le concedió a mi tristeza
ser una continua noche.

El pasado,
lago para un solo nadador:
el recuerdo.

La luz- vestido
que a veces teje la noche.

El crepúsculo- única almohada
en la que se abrazan el día y la noche.

La luz sólo actúa despierta.
La oscuridad sólo actúa dormida.
Los sueños de la noche son hilos con los que tejemos
los trajes del día.

De "Homenajes" 1988
Versión de María Luisa Prieto



HOMENAJE AL CLAROSCURO

MUJERES:
nubes que llueven lágrimas.

La vida es el elixir de la muerte.
Por eso la muerte no envejece jamás.

La desesperación tiene dedos
que no recogen
sino mariposas muertas.

Árboles-
pañuelos anudados a las caderas del horizonte
y brotes semejantes a senos.

Gaviotas-
chozas volantes
rodeadas de playas.

La luz no se defiende-,
La luz ataca
o se rinde.

La nube tiene pensamientos.
El relámpago los dicta,
el trueno los transmite.

El mar no sabe bailar
ni dormir
más que desnudo.

Lo extraordinario es lo habitual-
dormido en el lecho de nuestros sueños.

El horizonte tiene muchas caras
con sus correspondientes ojos que lo miran.
La luz tiene muchos cuerpos
mas sólo posee una cara.

Amor- eternidad que dura un sólo instante.
Odio- instante que dura como si fuera eterno.

La norma es siempre
anomalía reiterada.

El mar está en perpetuo éxtasis.
Por eso jamás lo vemos de pie.

Donde estemos, estará el polvo-
incesante encuentro.
Donde estemos, estará el tiempo-
incesante despedida.

La playa usa el tiempo
para permanecer sentada.
Las olas usan el tiempo
para permanecer en movimiento.

El mar no tiene tiempo de conversar con la arena:
está siempre ocupado en componer las olas.

Cielo-
sombrero
lo bastante grande para todas las cabezas.

La nieve
es amiga del cansancio,
hermana de la vejez.

La nube no grita
ni habla,
mas lo dice todo.

Si el mar fuera bosque
las palabras serían pájaros.

El polvo es hermano del cuerpo
amigo del alma.

Lo efímero es lo que sorprendes.
Lo eterno es lo que te sorprende.

Todas las criaturas vienen a la muerte
salvo el hombre;
es la muerte quien viene a él.

La desesperación es costumbre,
la esperanza es invención.

La luz más lejana
nos es más próxima
que la oscuridad más cercana-
La distancia, generalmente, es leyenda.

La vida es quien dicta.
La muerte es su fiel escriba.

La alegría tiene alas
mas no tiene cuerpo.
La tristeza tiene cuerpo
mas no tiene alas.

Agua- eterno adolescente.

La piedra canta dormida.

La sombra de la rosa
es otra rosa marchita.

La oscuridad nace de rodillas,
la luz nace de pie.

La rosa es la estación del ojo,
su perfume, la estación del corazón.

El sueño es el único inocente
que no puede vivir
más que huyendo.

Escritura- casa inacabada
para esa familia errante: el alfabeto.

Las rocas no se interesan
por el canto de las aguas.

El invierno se alegra
cuando vuelve a casa
y lee la escritura del otoño.

A veces
le crecen las garras al campo
mientras espera el agua.

La palabra más pura desciende de la boca del cielo.
Aún así la llaman palabra caída.

Voz- alba de la palabra.

El sol tiene una casa
sin camino.

El cuerpo del sol es su luz-
El sol es una mujer desnuda*
aunque esté vestida.

Sí, la luz se prosterna
mas sólo ante otra luz.

El pensamiento siempre vuelve.
La poesía siempre viaja.

El mensaje de la rosa es su perfume.
Nos lo transmite susurrando.

El secreto es la casa más bella
pero no se puede habitar.

La bruma tiene un sólo ojo y un sólo pie
y no tiene manos-
La nube tiene un cuerpo entero.

El mar es un bosque que danza.
La nube es un bosque que avanza.

Ola- guitarra
cuyas cuerdas son las playas.

Los pájaros rechazan cantar
en los campos que ignoran el silencio.

La nube es un libro
que el agua escribe para un sólo lector:
la tierra.

La espuma es la escritura de las olas.
Las playas son las hojas.

La luz es la certeza de la sombra.
La sombra es la ilusión de la luz.

Estrellas-
alfabeto que escribe el espacio.

La luz es un cuerpo
del que no vemos más que los brazos.
El agua es un cuerpo
del que no vemos más que el rostro.

La oscuridad nace paralítica,
la luz viaja desde que nace.

La luz es el cuaderno de la naturaleza,
escribe en él con tinta invisible.

La luz es como el niño en su lecho,
su única arma es su rendición.

El sol repite su luz
que es siempre nueva.

Ceniza- llanto de la llama,
risa del fuego.

Sólo el fuego llora riendo,
ríe llorando.

La mariposa es hilo de luz:
el fuego es su más bello vestido.

El sol nos precede
Sin moverse.

La luz sólo puede dormir
con el camisón de la oscuridad.

El agua es la infancia de la nube.

El desierto se fue lejos por amor al sol.
Así se quemó.

La playa es una almohada
en la que se reclinan las nubes.

El suelo tiene derecho
a confundir la hormiga con el trigo.

El meteoro cae
y la hoja cae.

Mas ¿cuál es su parecido?

¡Oh! Ignorancia de la luna
¡Oh! Su gloria vana.

No sabe conversar con ninguna estrella.
No sabe leer ninguna palabra.
y la luz que se le atribuye
no es más que un traje prestado.

La nube es un traje
que ningún cuerpo puede vestir .

La ceniza tiene siempre mirada de despedida.
El fuego tiene siempre mirada de encuentro.

Dondequiera que el agua se instale
torna el lugar en lecho para tenderse.

Durmiendo, el agua camina.
Inválida, se levanta y trabaja.

Raramente canta el mar:
está creado para danzar.

Olas- misa de voces
que la mar eleva
para saludar al silencio de las rocas.

Ramas- vestidos para cuerpos
que son el propio aire.

Jardín- mujer
cuyo cuerpo es la tierra
y la hierba el vestido.

Hasta cuando se entristece,
el sol no puede vestirse más que de luz.

Oscuridad- tirana que cerca el espacio.
Luz- caballero que lo libera.

Rosa- barco que navega por el aire
con un sólo pasajero: el perfume.

El perfume de la rosa la delata.
Todas las virtudes
Desean para sí tal delación.

Seguro que el propio sol
cuando deja este espacio
se retira a su casa
por equivocación.

Tú, que no amas la poesía-
tu muerte no será bella.

Es una suerte que la luz lea
y no escriba.
Si no, estaría ausente,
embelesada en la lectura de la oscuridad.

¿Es pecado el deseo?
Tal vez- a veces.
Mas el placer
es siempre casto.

*A diferencia del español, la palabra sol en árabe es femenina.

De "Homenajes" 1988
Versión de María Luisa Prieto



LA HERIDA

I
La hoja dormida bajo el viento
es un barco para la herida.
El tiempo perecedero es la gloria de la herida,
y el árbol que sube por nuestras cejas
es un lago para la herida.

La herida está en los puentes
cuando se alarga la tumba,
cuando se alarga la paciencia
entre los bordes de nuestro amor y nuestra muerte.
La herida es un gesto.
Está en las travesías.

II
A la lengua de timbres asfixiados
yo le otorgo la voz de la herida.
A la piedra que viene de lejos,
al mundo seco, a la aridez,
al tiempo transportado en camilla de hielo,
le enciendo el fuego de la herida.
Y cuando la historia arda en mis vestidos
y las uñas azules crezcan en mi libro.
Cuando le grite al día:
¿quién eres tú?,
¿quién te ha arrojado en mis cuadernos
y en mi tierra virgen?,
notaré cómo brillan en mis cuadernos
unos ojos de polvo.
Oiré decir a alguien:
Yo soy esa herida que comienza a crecer
en tu historia pequeña.

III
Te he llamado nube,
¡oh herida y paloma del adiós!
Te llamé pluma y libro.
Y es ahora cuando empiezo a dialogar
con la lengua hundida
en las islas viajeras,
en el archipiélago de la vieja caída.
Es ahora cuando enseño a dialogar
al viento y las palmeras,
¡oh herida y paloma del adiós!

IV
Si en el país de los espejos y los sueños
tuviera un puerto.
Si poseyera un barco
y los restos de un pueblo.
O una ciudad tuviera
en el país del llanto y de los niños.

Haría con todo ello
una limpia canción para la herida.
Aguda como flecha
que traspasara árboles,
piedras y firmamentos.
Tan tierna como el agua.
Igual que la invasión,
desafiante,
atónita.

V
Llueve sobre nuestros desiertos,
¡oh mundo engalanado del sueño y la nostalgia!
Llueve, y agítanos, a nosotros, que somos
palmeras de heridas.
Y pártenos dos ramos
de un árbol enamorado del silencio de la herida,
de un árbol que vele sobre la herida
con las cejas y las manos arqueadas.
¡Oh mundo engalanado del sueño y la nostalgia!
¡Oh mundo que me cae sobre la frente!,
como la herida dibujado.
No te acerques, la herida
está más cerca que tú.
No me tientes, la herida
es más bella que tú.
Y esa magia lanzada por tus ojos
sobre los reinos últimos
ha sido sobrepasada por la herida.
La pasó, sin dejar una vela seductora,
sin dejarle una isla siquiera.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



HOMENAJE AL VIENTO Y A LOS ÁRBOLES

DESNUDO,
el viento se pasea.

Si el espacio llorase,
como pretende la nube,
el viento sería una historia de lágrimas.

Arbol-*
feminidad del viento.

En el polvo toco
los dedos del viento.
En el viento leo
la escritura del polvo.

El camino no puede avanzar de verdad
más que a través de un viento dialogante
con su propio polvo.

El polvo tiene un cuerpo
que no baila sino con el viento.

El aire- único amante
que duerme con el fuego
en la misma túnica.

El viento posa la mano derecha
en el hombro de la rosa
y se mete la izquierda en el bolsillo:
Viento- ladrón de perfume.

El viento no cosecha más que ceniza
y trabaja
como si no conociera más que la siembra.

¡Viento!-
Establo en la ciudad
caballo en la aldea.

...música que viene de árboles
tañidos por el viento.

El sol es más ordenado que el aire.
El aire es más justo que el sol.

El viento no firma
las cartas que escribe.

La lluvia es el bastón del aire,
el aire es el columpio de la lluvia.

Nubes- libros
que el viento desgarra.

Espacio- mar oscilante.
cuyas olas son el aire.

El polvo lee lo que no ve.
El viento dice lo que no sabe.

El viento es el dialecto
en la naturaleza.
La luz es la lengua culta.

Todo tiene un trono donde sentarse,
salvo el viento:
él es su propio trono.

El aire-
único amante
con quien baila la rama
mientras ella se dispone a acostarse
con otro amante.

El fuego dijo: proclamaré a la ceniza albacea.
La ceniza dijo: no escribiré mi testamento.
El viento dijo: yo seré el testigo.

Vientos- cuerpos que caminan
con pies invisibles
como de ángeles.

El viento es la cuerda que flota en el espacio
y es a la vez el artista y la música.

Viento- palabra confusa que murmura
el silencio cósmico.

El viento enseña silencio
aunque no cese de hablar.

El viento está repleto de órganos.
Los órganos estén repletos de gente.

Viento- espiración del espacio.

Danza es el viento
y todas las cosas
salones de baile.

El árbol pregunta a sus ramas
mas le responde el viento.

Árboles...
libros hojeados por el viento.

Cuando el aire se asoma
las ramas compiten
en estirar el cuello.

Humo- siembra
que sólo puede cosechar
la hoz del viento.

Aire- pañuelo de la hierba.

Los árboles tienen sueños
que sólo se despiertan
en la almohada del viento.

Pasos del viento-
campanas que dejan el espacio
en velación perpetua.

Hoy,
triste por el aire enfermo,
la adelfa no ha bailado.

Camino- caravana de rosales
cuyas ramas portan
un palanquín rojo.

La polvareda siempre cambia de forma
para saludar a su amado,
el viento.

Al árbol le gusta entonar canciones
que el viento no recuerda.

Oigo campanas de polvo
colgadas tristemente
al cuello del viento.

Viento- puerto único,
movimiento perpetuo
hacia lo desconocido.

*A diferencia del español, la palabra árbol en árabe es femenina.

De "Homenajes" 1988
Versión de María Luisa Prieto



DESEO

Si me abriera sus brazos
un cedro,
entre las arboledas de honduras y de años.
Si me guardara
de las perlas y velas tentadoras.

Si yo tuviera sus raíces,
y se anclara mi rostro tras su triste corteza.

Me haría entonces nubarrones y rayos
en lontananza,
este país de confianza.

Mas todo ramo en las arboledas
de honduras y de años, viviendo yo,
es fuego sobre mi frente,
fuego de fiebre, de perdición,
que devora la tierra que me guarda.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez


DIÁLOGO

¿Quién eres tú?
¿Qué luz, bajo los párpados,
te llora?
¿Dónde estuviste?
¡Enséñame lo que has escrito!

Yo no le respondí,
no podía decir ni una palabra.
Había roto todos mis papeles,
por no haber encontrado
estrellas en las nubes de la tinta-

¿Qué luz, bajo los párpados,
te llora?
Dime, ¿dónde estuviste?

Y no le respondí.
La noche era una choza beduina.
Las lámparas,
la gente de la tribu.
Y yo, tan solamente
un sol enflaquecido,
bajo el cual la ancha tierra
había cambiado de sitio las colinas.
Mientras el descarriado se encontraba
con el largo camino.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



EL EXTRAVÍO

Perdido, tiro mi rostro al polvo
y a la mañana,
lo arrojo a la locura.
Mis ojos son de yerba y son de incendio.
Mis ojos son banderas y emigrantes.

Perdido, tiro mi rostro al polvo
y a la mañana.
Nazco al fin del camino. Grito.
Y que griten conmigo el camino y el polvo.

¡Qué hermoso es que mi rostro, oh Dios,
se pierda en mí! ¡Qué hermoso que me pierda
yo, colmado de fuego!
¡Oh tumba! ¡Oh final mío
al comenzar la primavera!

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



EL VIAJERO

He dejado
-viajero.
mi rostro sobre el vidrio de mi lámpara.
Mi mapa es una tierra sin creador.
La negación de todo, mi evangelio.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



EN LA SOMBRA DE LAS COSAS

Yo prefiero quedar en la penumbra;
quedarme en el secreto de las cosas.

Me gusta introducirme en las criaturas.
Errar como una idea.
Extraño como el arte.
Anónimo,
incierto
y olvidado.

Naciendo, nuevamente,
en cada día.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



ESPEJO DE UNA PREGUNTA

Pregunté y me dijeron:
la rama cubierta de fuego es un pájaro,
y me dijeron que mi rostro era una ola
y el rostro del mundo espejos,
suspiros de marinero y faro.
Y vine.
Tinta era el mundo en mi camino
y cada estremecimiento una frase.
No sabía que entre nosotros
había un puente de hermandad,
de pasos de fuego y profecía.
No sabía que mi rostro
era un barco navegando en una chispa.

De "El teatro y los espejos" 1988



HOMENAJE A ELLOS

¡QUE VELOZ es la bala!
No obstante, jamás llegará.

Están sentados-
sus pestañas son velas,
sus manos restos de navíos.

De vez en cuando
el cielo envía un ángel para visitarlos
mas éste se pierde por el camino.

Avanzo en su dirección.
Entre ellos, muerta, una mujer a la que amé.
Entre ellos, un niño que se parece a mí.

Aprenden el alfabeto de las olas
para leer las playas.

Tu pálida imagen
relumbra nuevamente en ellos:
¡Salve! Feminidad de la tierra.

Sin embargo...
No veo en sus heridas ninguna rosa
y las estrellas, sobre ellos, permanecen blancas.

Intentó cruzar la calle:
no pudo andar por la sombra
ni pudo andar por el sol
ni halló, entre ambos, camino.

El día se inclina,
el cielo se acurruca
y el sol
se contenta con ser bastón
para el viejo vendedor de fruta.

Se ahoga al recordar.
Se ahoga al intentar olvidar:
es un infierno que se devora.

El humo es tinta
que escribe el tiempo.

Calle-
templo que se apoya en las muletas de sus oraciones.

De las ventanas cuelgan espectros
que no son ni cuerpos ni ropajes.
Preguntad a la silente misa
que flota sobre los escombros.

El tiempo corre a mi lado
en una pesadilla que improvisa el camino.

La ceniza
que ha devorado a los muertos
no se acuerda de ninguno.

El cielo afirma que desciende
y camina entre la gente.
Tal vez sea cierto
mas yo no lo veo.

Con hilos de rosa
amarraban la muerte
y la arrojaban al regazo del agua.

Despojos de figuras en el cuerpo del aire:
son los hijos del Líbano
que embellecen el libro de la tierra
y enmiendan el horizonte.

Si el mar envejeciera
elegirá Beirut como recuerdo.

A cada instante la ceniza demuestra
que es el palacio del futuro.

Desesperado,
hasta el aire se dispone
a tender el cuello a cualquier asesino.

Rebaños de sangre
pastan por la superficie de la tierra.

¿Cómo podrá cicatrizar esa herida?
¿Y cómo podría alumbrarse de otra?

*De "Homenajes" 1988
Versión de María Luisa Prieto



LA PERDICIÓN

La perdición, la perdición...
La perdición nos salva y guía nuestros pasos.
La perdición es resplandor,
y el resto, máscara.

La perdición nos unifica con nuestros semejantes.
La perdición cuelga de nuestras visiones
el rostro de los mares.
La perdición es esperar.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



LA ÚNICA TIERRA

Habito estas palabras vagabundas.
Vivo, y sólo mi rostro me acompaña.
Mi rostro:
mi camino.

Con tu nombre.
Contigo, ¡oh tierra mía!,
que, encantada,
te alargas.
Tú sola.
Con tu nombre,
¡oh muerte!,
¡amigo mío!

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



LAS COSAS

Si atravesara la herida hasta el crimen.
Si camuflara la locura y las banderas,
tendría un sombrero para ocultarme;
tanto en la victoria como en la derrota
violaría el soñar sobre los párpados.
Estaría y no estaría en la tierra.

Pero he vinculado a las cosas
mi rostro, mis honduras y dios.
Acepté de buen grado el vivir sin amuleto,
a dibujar la vida
con la muerte, el espejismo
y las cosas.

Acepté de buen grado el vivir con las cosas.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



LAS ESTRELLAS

Camino,
y en pos mío caminan las estrellas.
Camino a su mañana.
Y el secreto,
la muerte,
lo que nace
y el oscuro cansancio
asesinan mis pasos
y reavivan mi sangre.

Yo soy aquél
cuyo camino aún no ha comenzado;
el que no tiene estrella.

Camino hacia mí mismo,
al mañana que llega.
Camino,
y en pos mío caminan las estrellas.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



LLEVA EN SUS OJOS

Coge un destello
de sus ojos, una chispa
del confín de los días y los vientos.
De las islas de la lluvia, de sus manos,
coge su propia forma,
y crea la mañana.

Lo conozco: la profecía de los mares
lleva en los ojos,
me ha nombrado historia, y poema
que el lugar deja limpio.
Lo conozco: me ha nombrado diluvio.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez


LOS DÍAS

Con los ojos cansados de días...
Con los ojos cansados sin días...
¿Podrá pasar, acaso, el muro de los días
en busca de los días?

¿Dónde, ¡ay!, «otro día»?...

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



LOS SIETE DÍAS

¡Oh madre que te burlas
de mi amor y mi odio!
Tú, que fuiste creada en siete días.
Que creaste la ola,
el horizonte,
y la pluma sutil de la canción.
Yo,
con mis siete días,
soy una herida abierta;
soy un cuervo.
¿A qué, pues, el enigma?
Si soy viento y polvo,
como tú.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



MI INQUIETUD...

¡Negro horizonte mío
de inquietud!
Apriétame a ser nuevo, pégamelo, desgarra,
quema, avéntalo.

Tal vez el alba pura
yo invente en sus cenizas.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



MIS SECRETOS...

Yo tengo mis secretos.
Para poder marchar sobre la telaraña.
Yo tengo mis secretos.
Para poder vivir bajo los párpados
de un dios que nunca muere.

Habito, enamorado,
en mi voz y en mi frente.
Y tengo mis secretos,
para que, cuando muera,
puedan venir a mí mis descendientes.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



OS DIJE...

Os dije
que he escuchado a los mares
leerme sus poemas,
que he escuchado a la campana
que dormita en las conchas.
Os dije
que he cantado en la boda del diablo,
en el banquete de la fantasía.
Os dije
que he visto en la lluvia de la historia,
en la distancia encendida,
un hada y una casa.

Como navego dentro de mis ojos,
os dije que lo había visto todo
desde el primer paso
por la distancia.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



OTRA VOZ

Perdió el hilo de las cosas, y se apagó
su estrella perceptora. No tropezó.
Y cuando su paso fue ya de piedra
y el tedio le dejara surcos en las mejillas,
recogió lentamente sus despojos:
los recogió para la vida, diseminándose.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez)


PANORAMA (sueño)

Igual que si a las piedras el trueno interrogara.
Igual que si a los cielos el trueno preguntase.
Igual que si a las cosas pidiérales respuesta.
Igual que si la historia lavárase en mis ojos.
Y los días cayeran en mis años
como caen los frutos.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



POR MI TIERRA...

Por mi tierra yo hiero estas venas malditas.
Por mi tierra escondí entre mis heridas
mi mañana y mis vientos.

Mi tierra es pitonisa y amuleto.
Mi tierra está borracha. Sus hombros
son dos príncipes de perlas,
un crimen.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



POR ÚLTIMA VEZ

Por una sola vez, por una última vez,
sueño que estoy cayendo en el espacio.

Que vivo en una isla de colores.
Que vivo como el hombre,
reconciliándome con los dioses ciegos
y los dioses lúcidos.

Por una última vez.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez



ROSTRO DE MUJER

Vivo en el rostro de una mujer
que habita en una ola
a la que la marea empuja hacia una playa
cuyo puerto se pierde en sus conchas.
Vivo en el rostro de una mujer
que me hace morir, que quiere ser
faro apagado
en mi sangre que navega
a los confines del delirio.

De "El teatro y los espejos" 1988
Versión de María Luisa Prieto



SALMO

Le creo al viento un pecho, una cadera sobre la que apoyarme. Creo al rechazo un rostro que con el mío comparo. Me sirvo de las nubes cual cuadernos y tinta. Lavo la
claridad.

El cielo tiene lóbulos que corto, y las lágrimas, hojas sobre las que yo escribo, las
amapolas, galas que me visten, y los pinos, cintura que me ríe. Sin encontrar a nadie
a quien amar, ¿es demasiado, muerte, que me ame a mí mismo?

Me auto-acuno. Mis senderos yo creo de mis dedos y dispongo el espacio en circular,
lo mismo que mis ojos. Invento un agua que no me sacie nunca. Igual que el aire soy,
sin leyes qué acatar. Creo un paraje donde convergen infierno y paraíso. Invento
otros demonios con quienes yo compito en carreras y apuestas.

De "Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y de la noche" 1965
Traducción de Federico Arbos


SIN QUE ME VEAN TUS OJOS

No me han visto tus ojos.
Tan virgen
como el agua creadora de la linfa.
No me han visto.
Lentamente
viniendo,
desde allá.
En medio del cortejo de holocaustos.
Con el rayo y la hiedra entre los pies.

Y mañana...
Mañana...
En el fuego y la dulce primavera,
sabrás que voy matando a la manada,
que transporto en mis brazos la semilla.
Y en mí creerán tus ojos.
Mañana.
Sí,
mañana.

De "Canciones de Mihyar el de Damasco" 1961
Versión de Pedro Martínez Montávez


"En el amor desaparece toda desigualdad”



Datos tomados de:

http://www.elcorresponsal.com/modules.php?name=ElCorresponsal_Biografias&req_bio_id=740

http://amediavoz.com/adonis.htm








Demasiado tarde para que seas tú mismo y para saber quién eres-
se te escapó la infancia.


9 de mayo de 2009

JUANAN URKIJO


ESCRITOR
Vitoria-Gasteiz, País Vasco, Spain

"Me siento libre a través del amor,
ese vínculo de mi locura que me amarra a la vida."



"El destino es la consecuencia de nuestro pasado,
que nos sigue por delante."




CARTAS A MIRALLES

Agustín Úbeda


LAS PEQUEÑAS COSAS
Febrero 2008

Hace tiempo que quería hablarte de las pequeñas cosas, Miralles. Tú me conoces y sabes lo que para mí significan, lo que me inspiran, el sentido que aportan a lo que soy y a cuanto tengo. Cuando observo cómo se nos explica la Historia, reparo en que siempre hemos buscado las razones que dan sentido a la vida en la épica de las gestas memorables. Somos en cierto modo hijos del deseo, de la codicia, del anhelar lo que no podemos poseer. Pero dime, ¿qué tiene que ver todo esto con nosotros? Alguien objetará que así ha evolucionado el mundo, y a mí se me arquea entonces una ceja, como cada vez que escucho a los santurrones de turno hablar de un progreso y una prosperidad que no niego, desde luego, pero de las que cuestiono su radical humanidad.
Se diría que vivimos esperando que algo extraordinario cambie nuestra existencia insulsa y, mientras tanto, seguimos posponiendo proyectos y menospreciando cuanto tenemos y nos rodea, sin reparar en el hecho de que, tal vez, la riqueza de la vida brilla en esas pequeñas cosas que acompañan nuestra diaria transición por el mundo. Porque existe una grandeza en las cosas corrientes que, inadvertidas para la mayoría, se vuelven bellas cuando uno las mira. Una grandeza, como dice Muriel Barbery, “ataviada con indumentaria cotidiana... que surge de la certeza de que (cuanto sucede) es como tiene que ser, de que está bien así.”
Es realmente difícil que la estupidez no termine por contaminarle a uno, por más que se cuide y proteja, desde el momento en le asedia por todas partes. Pero, asimismo, es cierto que no todo es estupidez, ni mucho menos. Elegancia, concordia, belleza, intensidad... esto existe, en nosotros mismos y también a nuestro alrededor. Es cosa de descubrirlo, de darse cuenta de que no todo cuanto se nos ofrece es mediocre y fatuo. Sabiéndolo, entonces, dime: ¿seremos, tal vez, capaces de apreciarlo?
Quiero que sepas, Miralles, que eres para mí una de esas riquezas de que te hablo, y que iluminas y engrandeces mi vida. Te aprecio, pequeña-cosa. Comparto contigo la intimidad sin rejas que nuestros encuentros propician, y, recogida en mi pecho, guardo la certeza de saberte cerca y, en cierto modo, de pertenecerte...
Sí, Miralles, de pertenecerte sin arrebatos.

El beso-Raúl Soldi






JUANAN URKIJO

...asumiendo sin pretensiones la identidad que me confiere llevar el nombre que me nombra. Yo que soy lo que conozco y lo que ignoro; lo que digo y lo que callo; lo que hago y omito hacer. Yo que soy un poco lo que soy, y otro poco lo que persigo



Este es el espacio que utilizo habitualmente para las biografías de los autores de las letras que publico.
Siento que es valioso para mi entendimiento de la obra, ubicarme en la época y el entorno social y político del escritor. Así entendí a Rosalía de Castro, Hernández y así entendí el porqué de otras letras...tengo necesidad de saber.
Esa costumbre me viene de cuando pintaba, manías, pero cuando terminaba un libro, tomaba los pinceles y volcaba alguna imagen que se me hubiese grabado.
En éste caso, confieso que fui a Wiki en busca de datos precisos, pero no la subieron todavía.
Busqué entonces la autobiografía en El alféizar y tampoco estaba.
Debí solicitar entonces la autobiografía al autor,
Cosa, que según dice Wiki, es:
"La autobiografía (del griego a?t?? autos = «propio», ß??? bios= «vida» y ???fe?? grafos= «escritura») es la narración de una vida hecha por el propio sujeto de ella. Es un género literario que en gran medida se sitúa en la frontera entre literatura e historia."
Viendo éste detalle, pensé que era demasiado pedirle que se tome ese tiempo para mi entrada, por lo tanto no lo hice y por si faltara algo, tampoco le pedí permiso para esta reseña.

Para la reseña biográfica- no autorizada- extraigo datos de sus escritos.
De los cuales deduzco:

-Que Juanan Urkijo es Vasco de nacimiento.

-Que nació en la fecha exacta en que florecen los cerezos que anuncian el final del invierno.

-Que el acontecimiento ocurrió en el siglo XX , en Llodio, un pueblo alavés cercano a Bilbao.

-Que Vitoria-Gasteiz, es su lugar de residencia,
donde, Juanan, ejerce su oficio de amante de la Vida, de la Naturaleza y de la Libertad (entre otras cosas), y
que también en éste lugar se comprometió con la Paz.

Victoria-Gasteiz por Modesto Amestoy

Encuentro, además, que es vulnerable a las miradas,
que tiene un "algo" con o por las flores de Tilo,
y un "no sé qué" con Miralles -(por correspondencia, hasta el momento de esta redacción).

JUANAN Y LA PINTURA



Que le gusta la pintura y refiriéndose a la misma ha dicho:
"Me gusta la pintura, leo sobre pintura y, siempre que puedo, visito museos y exposiciones.No soy un crítico y me guío básicamente por sensaciones. Los cuadros que me gustan son como esos amores a primera vista; los guardo en la retina, los memorizo con el sentimiento, absorbo de ellos cuanto puedo, los llevo conmigo…"

Lento nacer- Agustín Úbeda

"Algo así me pasa con determinados pintores: De Durero a Millet, de Monet a Klimt,
Chagall, Kandinsky, Sorolla, Magritte, Hopper, Agustín Úbeda... o Paul Klee."

Paul Klee




KandinskyClaude Monet

Auténtico ARIM-"Marama"
(Sería el mejor!!...si Ojo de pez hubiese hecho la fotografía)


También le gusta la música, no encontré una declaración formal al respecto, pero yo creo, estoy segura, que si hubiese un premio a la mejor música que se escucha por estos barrios, sería suyo, sin dudas.

EL LIBRO



Este año ha salido a la luz su primera novela: EL SABOR DE LOS DÍAS

Sinopsis

Cuando Terenci Poquet se trasladó a Barcelona para preparar sus oposiciones, no podía siquiera imaginar que comenzaría a recibir unas anónimas cartas de amor, tan enigmáticas y
sorprendentes que terminarían absorbiendo su voluntad y su tiempo.
Tras iniciar una pedestre investigación, en la que el azar le irá tendiendo toda suerte de emboscadas, Terenci se verá atrapado una y otra vez en su propia peripecia vital y no conseguirá sino regresar al mismo punto del que partió: la realidad de su hermética y anodina existencia, reflejada en un espejo extrañamente fragmentado.

http://www.bubok.com/libros/6546/EL-SABOR-DE-LOS-DIAS


***************************


Cómo se puede advertir, debí esperar la autobiografía del escritor. Sólo alego a mi favor, que tuve la mejor intención y que deseaba publicar una entrada para este escritor al que admiro.
Me encontré con sus letras hace algo más de un año, y desde entonces, espero como si fuera una cita, cada nueva publicación suya.
Tengo cierta predilección por "Las cartas a Miralles" y me dispongo para leerlas como quién va hacia un viaje que sabe de antemano que será placentero.

Gracias, Juanan Urkijo, por todo...y prometo cambiar la reseña biográfica por datos más precisos, cuando los tenga, mientras tanto...sonríe y perdona. Irma


Aquí dejo su Manifiesto, con el que nos sorprendió al finalizar el año 2008


MANIFIESTO
28 diciembre, 2008



YO, QUIEN HUMILDEMENTE SOY...

Manifiesto mi condición y mi oficio de ser humano, como animal racional y sensible.
Reivindico asimismo mi perspectiva de hombre igual que otro hombre cualquiera, igual que cualquier mujer. Declaro mi naturaleza híbrida y me proclamo mestizo, en un mundo felizmente diverso y plural. Ser de donde soy no añade o resta algo esencial a mi existencia, pues no es mi mérito como tampoco fue mi elección. Antes bien, mis coordenadas me sitúan en deuda con la mayoría de mis semejantes, pues aquí no me faltan alimento y cobijo, puedo trabajar y no me siento extraño o perseguido.
Tampoco de mí ha dependido que mi piel tenga de un color más claro que oscuro, ser miope o calzar el cuarenta y dos. Todo esto, qué mas dará.
Sostengo por ello mi condición de ciudadano del mundo, como se declaró el viejo Diógenes, por encima de las fronteras arbitrarias, de las razas y etnias, ideologías o creencias, y me siento con el deber moral de exigir un presente libre de absolutos y de fundamentalismos; un planeta sostenible en el que reinen la justicia, la libertad, la paz y la solidaridad... porque sin ellas no concibo modo alguno de reivindicar la vida.
Manifiesto, igualmente, mi vocación de habitar el tiempo azaroso en que me ha tocado respirar y mi ambición por vivir en él despierto. Así como deseo hacer público mi compromiso íntimo de ser leal y coherente con lo que siento, de intentar estar a la altura mi humilde retórica y de defender mi posición con la palabra como único arma que acepto esgrimir, objetando el uso de cualquiera otra que hiera, atormente, destruya o mate.
Y cuando pregono mis deseos quiero hacerlo firme, sin gritar, pero con letra clara y minúscula. Pues es tristemente sabido que desde siempre se han perpetrado incontables fechorías en defensa de la Unidad, de la Justicia, del Partido, de la Libertad, de la Fe, de la Paz y de la propia Vida y, como dice Pániker, “en cuanto comienzan las palabras con mayúsculas, comienzan los crímenes”.
Y, cuando me manifiesto, lo hago también por honrar la grandeza del ser humano que hay detrás de cada una y cada uno de nosotros y para agradecer infinitamente el delicado regalo que es la vida, el despertar cada día y poder sentirme más o menos pleno, pero vivo.
Y lo hago aquí, en estos días entrañables, asumiendo sin pretensiones la identidad que me confiere llevar el nombre que me nombra. Yo que soy lo que conozco y lo que ignoro; lo que digo y lo que callo; lo que hago y omito hacer. Yo que soy un poco lo que soy, y otro poco lo que persigo...
Uno más en el mundo, yo: vuestro amigo, humildemente vuestro igual y, en ese sentido, vuestro hermano.


Textos, datos, citas y algunas imágenes
robadas de: EL ALFÉIZAR

http://el-alfeizar-de-dedalus.blogspot.com/


" En realidad estoy enamorado de tu ausencia."





"La razón suele estar del lado de quienes menos necesitan apropiársela
para hacer valer sus argumentos."




"Frecuentemente caigo en la cuenta de que tengo que cambiar,
para seguir siendo yo mismo
."



Su página: El Alféizar

http://el-alfeizar-de-dedalus.blogspot.com/



Su primera novela: EL SABOR DE LOS DÍAS

http://www.bubok.com/libros/6546/EL-SABOR-DE-LOS-DIAS





6 de mayo de 2009

EL CUERPO NO CALLA en la Feria del Libro‏

2° edición de EL CUERPO NO CALLA en la Feria del Libro‏



su autora, Marina Lassen, nuestra querida amiga, nos anuncia que llegó la

2° edición de El Cuerpo no Calla a la Feria del Libro!


Va a firmar ejemplares

en el stand de Bergerac Ediciones n°232, Pabellón Azul de La Rural,

el sábado 9 de mayo de 17 a 19 horas.



Ver más información sobre el libro EL CUERPO NO CALLA y su autora, Marina Lassen en: http://elcuerponocalla.blogspot.com/

Ver más información sobre la 35° Feria Internacional del Libro en Buenos Aires en: http://www.el-libro.org.ar/internacional/general/el-sitio-de-la-feria.html


¡¡FELICITACIONES MARINA!!


Marina firmando "mi libro" en la presentación de EL CUERPO NO CALLA




ADOLFO BIOY CASARES

"La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la verdad. Para estar en paz con el prójimo hay que mentir."



Considerado por Jorge L. Borges como uno de los mayores escritores argentinos de ficción, Bioy Casares es dueño de una vasta obra en donde la fantasía y la realidad se superponen con una armonía magistral.




EN MEMORIA DE PAULINA

Cuento de La trama celeste (1948)
(Texto completo)

Siempre quise a Paulina. En uno de mis primeros recuerdos, Paulina y yo estamos ocultos en una oscura glorieta de laureles, en un jardín con dos leones de piedra. Paulina me dijo: Me gusta el azul, me gustan las uvas, me gusta el hielo, me gustan las rosas, me gustan los caballos blancos. Yo comprendí que mi felicidad había empezado, porque en esas preferencias podía identificarme con Paulina. Nos parecimos tan milagrosamente que en un libro sobre la final reunión de las almas en el alma del mundo, mi amiga escribió en el margen: Las nuestras ya se reunieron. "Nuestras" en aquel tiempo, significaba la de ella y la mía.
Para explicarme ese parecido argumenté que yo era un apresurado y remoto borrador de Paulina. Recuerdo que anoté en mi cuaderno: Todo poema es un borrador de la Poesía y en cada cosa hay una prefiguración de Dios. Pensé también: En lo que me parezca a Paulina estoy a salvo. Veía (y aún hoy veo) la identificación con Paulina como la mejor posibilidad de mi ser, como el refugio en donde me libraría de mis defectos naturales, de la torpeza, de la negligencia, de la vanidad.

La vida fue una dulce costumbre que nos llevó a esperar, como algo natural y cierto, nuestro futuro matrimonio. Los padres de Paulina, insensibles al prestigio literario prematuramente alcanzado, y perdido, por mí, prometieron dar el consentimiento cuando me doctorara. Muchas veces nosotros imaginábamos un ordenado porvenir, con tiempo suficiente para trabajar, para viajar y para querernos. Lo imaginábamos con tanta vividez que nos persuadíamos de que ya vivíamos juntos.

Hablar de nuestro casamiento no nos inducía a tratarnos como novios. Toda la infancia la pasamos juntos y seguía habiendo entre nosotros una pudorosa amistad de niños. No me atrevía a encarnar el papel de enamorado y a decirle, en tono solemne: Te quiero. Sin embargo, cómo la quería, con qué amor atónito y escrupuloso yo miraba su resplandeciente perfección .

A Paulina le agradaba que yo recibiera amigos. Preparaba todo, atendía a los invitados, y, secretamente, jugaba a ser dueña de casa. Confieso que esas reuniones no me alegraban. La que ofrecimos para que Julio Montero conociera a escritores no fue una excepción.

La víspera, Montero me había visitado por primera vez. Esgrimía, en la ocasión, un copioso manuscrito y el despótico derecho que la obra inédita confiere sobre el tiempo del prójimo. Un rato después de la visita yo había olvidado esa cara hirsuta y casi negra. En lo que se refiere al cuento que me leyó -Montero me había encarecido que le dijera con toda sinceridad si el impacto de su amargura resultaba demasiado fuerte-, acaso fuera notable porque revelaba un vago propósito de imitar a escritores positivamente diversos. La idea central era que si una determinada melodía surge de una relación entre el violín y los movimientos del violinista, de una determinada relación entre movimiento y materia surgía el alma de cada persona. El héroe del cuento fabricaba una máquina para producir almas (una suerte de bastidor, con maderas y piolines). Después el héroe moría. Velaban y enterraban el cadáver; pero él estaba secretamente vivo en el bastidor. Hacia el último párrafo, el bastidor aparecía, junto a un estereoscopio y un trípode con una piedra de galena, en el cuarto donde había muerto una señorita.

Cuando logré apartarlo de los problemas de su argumento, Montero manifestó una extraña ambición por conocer a escritores.

-Vuelva mañana por la tarde -le dije-. Le presentaré a algunos.

Se describió a sí mismo como un salvaje y aceptó la invitación. Quizá movido por el agrado de verlo partir, bajé con él hasta la puerta de calle. Cuando salimos del ascensor, Montero descubrió el jardín que hay en el patio. A veces, en la tenue luz de la tarde, viéndolo a través del portón de vidrio que lo separa del hall, ese diminuto jardín sugiere la misteriosa imagen de un bosque en el fondo de un lago. De noche, proyectores de luz lila y de luz anaranjada lo convierten en un horrible paraíso de caramelo. Montero lo vio de noche.

-Le seré franco-me dijo, resignándose a quitar los ojos del jardín-. De cuanto he visto en la casa esto es lo más interesante.

Al otro día Paulina llegó temprano; a las cinco de la tarde ya tenía todo listo para el recibo. Le mostré una estatuita china, de piedra verde, que yo había comprado esa mañana en un anticuario. Era un caballo salvaje, con las manos en el aire y la crin levantada. El vendedor me aseguró que simbolizaba la pasión.

Paulina puso el caballito en un estante de la biblioteca y exclamó: Es hermoso como la primera pasión de una vida. Cuando le dije que se lo regalaba, impulsivamente me echó los brazos al cuello y me besó.

Tomamos el té en el antecomedor. Le conté que me habían ofrecido una beca para estudiar dos años en Londres. De pronto creímos en un inmediato casamiento, en el viaje, en nuestra vida en Inglaterra (nos parecía tan inmediata como el casamiento). Consideramos pormenores de economía doméstica; las privaciones, casi dulces, a que nos someteríamos; la distribución de horas de estudio, de paseo, de reposo y, tal vez, de trabajo; lo que haría Paulina mientras yo asistiera a los cursos; la ropa y los libros que llevaríamos. Después de un rato de proyectos, admitimos que yo tendría que renunciar a la beca. Faltaba una semana para mis exámenes, pero ya era evidente que los padres de Paulina querían postergar nuestro casamiento.

Empezaron a llegar los invitados. Yo no me sentía feliz. Cuando conversaba con una persona, sólo pensaba en pretextos para dejarla. Proponer un tema que interesara al interlocutor me parecía imposible. Si quería recordar algo, no tenía memoria o la tenía demasiado lejos. Ansioso, fútil, abatido, pasaba de un grupo a otro, deseando que la gente se fuera, que nos quedáramos solos, que llegara el momento, ay, tan breve, de acompañar a Paulina hasta su casa.

Cerca de la ventana, mi novia hablaba con Montero. Cuando la miré, levantó los ojos e inclinó hacia mí su cara perfecta. Sentí que en la ternura de Paulina había un refugio inviolable, en donde estábamos solos. ¡Cómo anhelé decirle que la quería! Tomé la firme resolución de abandonar esa misma noche mi pueril y absurda vergüenza de hablarle de amor. Si ahora pudiera (suspiré) comunicarle mi pensamiento. En su mirada palpitó una generosa, alegre y sorprendida gratitud.

Paulina me preguntó en qué poema un hombre se aleja tanto de una mujer que no la saluda cuando la encuentra en el cielo. Yo sabía que el poema era de Browning y vagamente recordaba los versos. Pasé el resto de la tarde buscándolos en la edición de Oxford. Si no me dejaban con Paulina, buscar algo para ella era preferible a conversar con otras personas, pero estaba singularmente ofuscado y me pregunté si la imposibilidad de encontrar el poema no entrañaba un presagio. Miré hacia la ventana. Luis Alberto Morgan, el pianista, debió de notar mi ansiedad, porque me dijo:

-Paulina está mostrando la casa a Montero.

Me encogí de hombros, oculté apenas el fastidio y simulé interesarme, de nuevo, en el libro de Browning. Oblicuamente vi a Morgan entrando en mi cuarto. Pensé: Va a llamarla. En seguida reapareció con Paulina y con Montero.

Por fin alguien se fue; después, con despreocupación y lentitud partieron otros. Llegó un momento en que sólo quedamos Paulina, yo y Montero. Entonces, como lo temí, exclamó Paulina:

-Es muy tarde. Me voy.

Montero intervino rápidamente:

-Si me permite, la acompañaré hasta su casa.

-Yo también te acompañaré -respondí.

Le hablé a Paulina, pero miré a Montero. Pretendí que los ojos le comunicaran mi desprecio y mi odio.

Al llegar abajo, advertí que Paulina no tenía el caballito chino. Le dije:

-Has olvidado mi regalo.

Subí al departamento y volví con la estatuita . Los encontré apoyados en el portón de vidrio, mirando el jardín. Tomé del brazo a Paulina y no permití que Montero se le acercara por el otro lado. En la conversación prescindí ostensiblemente de Montero.

No se ofendió. Cuando nos despedimos de Paulina, insistió en acompañarme hasta casa. En el trayecto habló de literatura, probablemente con sinceridad y con fervor. Me dije: Él es el literato; yo soy un hombre cansado, frívolamente preocupado con una mujer. Consideré la incongruencia que había entre su vigor físico y su debilidad literaria. Pensé: una caparazón lo protege; no le llega lo que siente el interlocutor. Miré con odio sus ojos despiertos, su bigote hirsuto, su pescuezo fornido.

Aquella semana casi no vi a Paulina. Estudié mucho. Después del último examen, la llamé por teléfono. Me felicitó con una insistencia que no parecía natural y dijo que al fin de la tarde iría a casa.

Dormí la siesta, me bañé lentamente y esperé a Paulina hojeando un libro sobre los Faustos de Müller y de Lessing.

Al verla, exclamé:

-Estás cambiada.

-Si -respondió-. ¡Cómo nos conocemos! No necesito hablar para que sepas lo que siento.

Nos miramos en los ojos, en un éxtasis de beatitud.

-Gracias -contesté.

Nada me conmovía tanto como la admisión, por parte de Paulina, de la entrañable conformidad de nuestras almas. Confiadamente me abandoné a ese halago. No sé cuándo me pregunté (incrédulamente) si las palabras de Paulina ocultarían otro sentido. Antes de que yo considerara esta posibilidad, Paulina emprendió una confusa explicación. Oí de pronto:

-Esa primera tarde ya estábamos perdidamente enamorados

Me pregunté quienes estaban enamorados. Paulina continuó.

-Es muy celoso. No se opone a nuestra amistad, pero le juré que, por un tiempo, no te vería.

Yo esperaba, aún, la imposible aclaración que me tranquilizara. No sabía si Paulina hablaba en broma o en serio. No sabía qué expresión había en mi rostro. No sabía lo desgarradora que era mi congoja. Paulina agregó:

-Me voy. Julio está esperándome. No subió para no molestarnos.

-¿Quién? -pregunté.

En seguida temí -como si nada hubiera ocurrido- que Paulina descubriera que yo era un impostor y que nuestras almas no estaban tan juntas.

Paulina contestó con naturalidad:

-Julio Montero.

La respuesta no podía sorprenderme; sin embargo, en aquella tarde horrible, nada me conmovió tanto como esas dos palabras. Por primera vez me sentí lejos de Paulina. Casi con desprecio le pregunté:

-¿Van a casarse?

No recuerdo qué me contestó. Creo que me invitó a su casamiento.

Después me encontré solo. Todo era absurdo. No había una persona más incompatible con Paulina (y conmigo) que Montero. ¿O me equivocaba? Si Paulina quería a ese hombre, tal vez nunca se había parecido a mí. Una abjuración no me bastó; descubrí que muchas veces yo había entrevisto la espantosa verdad.

Estaba muy triste, pero no creo que sintiera celos. Me acosté en la cama, boca abajo. Al estirar una mano, encontré el libro que había leído un rato antes. Lo arrojé lejos de mí, con asco .

Salí a caminar. En una esquina miré una calesita. Me parecía imposible seguir viviendo esa tarde.

Durante años la recordé y como prefería los dolorosos momentos de la ruptura (porque los había pasado con Paulina) a la ulterior soledad, los recorría y los examinaba minuciosamente y volvía a vivirlos. En esta angustiada cavilación creía descubrir nuevas interpretaciones para los hechos. Así, por ejemplo, en la voz de Paulina declarándome el nombre de su amado, sorprendí una ternura que, al principio, me emocionó. Pensé que la muchacha me tenía lástima y me conmovió su bondad como antes me conmovía su amor. Luego, recapacitando, deduje que esa ternura no era para mí sino para el nombre pronunciado.

Acepté la beca, y, silenciosamente, me ocupé en los preparativos del viaje. Sin embargo, la noticia trascendió. En la última tarde me visitó Paulina.

Me sentía alejado de ella, pero cuando la vi me enamoré de nuevo. Sin que Paulina lo dijera, comprendí que su aparición era furtiva. La tomé de las manos, trémulo de agradecimiento. Paulina exclamó:

-Siempre te querré. De algún modo, siempre te querré más que a nadie.

Tal vez creyó que había cometido una traición. Sabía que yo no dudaba de su lealtad hacia Montero, pero como disgustada por haber pronunciado palabras que entrañaran -si no para mí, para un testigo imaginario- una intención desleal, agregó rápidamente:

-Es claro, lo que siento por ti no cuenta. Estoy enamorada de Julio.

Todo lo demás, dijo, no tenía importancia. El pasado era una región desierta en que ella había esperado a Montero. De nuestro amor, o amistad, no se acordó.

Después hablamos poco. Yo estaba muy resentido y fingí tener prisa. La acompañé en el ascensor. Al abrir la puerta retumbó, inmediata, la lluvia.

-Buscaré un taxímetro -dije.

Con una súbita emoción en la voz, Paulina me gritó:

-Adiós, querido.

Cruzó, corriendo, la calle y desapareció a lo lejos. Me volví, tristemente. Al levantar los ojos vi a un hombre agazapado en el jardín. El hombre se incorporó y apoyó las manos y la cara contra el portón de vidrio. Era Montero.

Rayos de luz lila y de luz anaranjada se cruzaban sobre un fondo verde, con boscajes oscuros. La cara de Montero, apretada contra el vidrio mojado, parecía blanquecina y deforme.

Pensé en acuarios, en peces en acuarios. Luego, con frívola amargura, me dije que la cara de Montero sugería otros monstruos: los peces deformados por la presión del agua, que habitan el fondo del mar.

Al otro día, a la mañana, me embarqué. Durante el viaje, casi no salí del camarote. Escribí y estudié mucho.

Quería olvidar a Paulina. En mis dos años de Inglaterra evité cuanto pudiera recordármela: desde los encuentros con argentinos hasta los pocos telegramas de Buenos Aires que publicaban los diarios. Es verdad que se me aparecía en el sueño, con una vividez tan persuasiva y tan real, que me pregunté si mi alma no contrarrestaba de noche las privaciones que yo le imponía en la vigilia. Eludí obstinadamente su recuerdo. Hacia el fin del primer año, logré excluirla de mis noches, y, casi, olvidarla.

La tarde que llegué de Europa volví a pensar en Paulina. Con aprehensión me dije que tal vez en casa los recuerdos fueran demasiado vivos. Cuando entré en mi cuarto sentí alguna emoción y me detuve respetuosamente, conmemorando el pasado y los extremos de alegría y de congoja que yo había conocido. Entonces tuve una revelación vergonzosa. No me conmovían secretos monumentos de nuestro amor, repentinamente manifestados en lo más íntimo de la memoria; me conmovía la enfática luz que entraba por la ventana, la luz de Buenos Aires.

A eso de las cuatro fui hasta la esquina y compré un kilo de café. En la panadería, el patrón me reconoció, me saludó con estruendosa cordialidad y me informó que desde hacia mucho tiempo -seis meses por lo menos- yo no lo honraba con mis compras. Después de estas amabilidades le pedí, tímido y resignado, medio kilo de pan. Me preguntó, como siempre:

-¿Tostado o blanco?

Le contesté, como siempre:

-Blanco.

Volví a casa. Era un día claro como un cristal y muy frío.

Mientras preparaba el café pensé en Paulina. Hacia el fin de la tarde solíamos tomar una taza de café negro.

Como en un sueño pasé de una afable y ecuánime indiferencia a la emoción, a la locura, que me produjo la aparición de Paulina. Al verla caí de rodillas, hundí la cara entre sus manos y lloré por primera vez todo el dolor de haberla perdido.

Su llegada ocurrió así: tres golpes resonaron en la puerta; me pregunté quién sería el intruso; pensé que por su culpa se enfriaría el café; abrí, distraídamente.

Luego -ignoro si el tiempo transcurrido fue muy largo o muy breve- Paulina me ordenó que la siguiera. Comprendí que ella estaba corrigiendo, con la persuasión de los hechos, los antiguos errores de nuestra conducta. Me parece (pero además de recaer en los mismos errores, soy infiel a esa tarde) que los corrigió con excesiva determinación . Cuando me pidió que la tomara de la mano ("¡La mano!", me dijo. "¡Ahora!") me abandoné a la dicha. Nos miramos en los ojos y, como dos ríos confluentes, nuestras almas también se unieron. Afuera, sobre el techo, contra las paredes, llovía. Interpreté esa lluvia -que era el mundo entero surgiendo, nuevamente- como una pánica expansión de nuestro amor.

La emoción no me impidió, sin embargo, descubrir que Montero había contaminado la conversación de Paulina. Por momentos, cuando ella hablaba, yo tenía la ingrata impresión de oír a mi rival. Reconocí la característica pesadez de las frases; reconocí las ingenuas y trabajosas tentativas de encontrar el término exacto; reconocí, todavía apuntando vergonzosamente, la inconfundible vulgaridad.

Con un esfuerzo pude sobreponerme. Miré el rostro, la sonrisa, los ojos. Ahí estaba Paulina, intrínseca y perfecta. Ahí no me la habían cambiado.

Entonces, mientras la contemplaba en la mercurial penumbra del espejo, rodeada por el marco de guirnaldas, de coronas y de ángeles negros, me pareció distinta. Fue como si descubriera otra versión de Paulina; como si la viera de un modo nuevo. Di gracias por la separación, que me había interrumpido el hábito de verla, pero que me la devolvía más hermosa.

Paulina dijo:

-Me voy. Julio me espera.

Advertí en su voz una extraña mezcla de menosprecio y de angustia, que me desconcertó. Pensé melancólicamente: Paulina, en otros tiempos, no hubiera traicionado a nadie. Cuando levanté la mirada, se había ido.

Tras un momento de vacilación la llamé. Volví a llamarla, bajé a la entrada, corrí por la calle. No la encontré. De vuelta, sentí frío. Me dije: "Ha refrescado. Fue un simple chaparrón". La calle estaba seca.

Cuando llegué a casa vi que eran las nueve. No tenía ganas de salir a comer; la posibilidad de encontrarme con algún conocido, me acobardaba. Preparé un poco de café. Tomé dos o tres tazas y mordí la punta de un pan.

No sabía siquiera cuándo volveríamos a vernos. Quería hablar con Paulina. Quería pedirle que me aclarara unas dudas (unas dudas que me atormentaban y que ella aclararía sin dificultad). De pronto, mi ingratitud me asustó. El destino me deparaba toda la dicha y yo no estaba contento. Esa tarde era la culminación de nuestras vidas. Paulina lo había comprendido así. Yo mismo lo había comprendido. Por eso casi no hablamos. (Hablar, hacer preguntas hubiera sido, en cierto modo, diferenciarnos.)

Me parecía imposible tener que esperar hasta el día siguiente para ver a Paulina. Con premioso alivio determiné que iría esa misma noche a casa de Montero. Desistí muy pronto; sin hablar antes con Paulina, no podía visitarlos. Resolví buscar a un amigo -Luis Alberto Morgan me pareció el más indicado- y pedirle que me contara cuanto supiera de la vida de Paulina durante mi ausencia.

Luego pensé que lo mejor era acostarme y dormir. Descansado, vería todo con más comprensión. Por otra parte, no estaba dispuesto a que me hablaran frívolamente de Paulina. Al entrar en la cama tuve la impresión de entrar en un cepo (recordé, tal vez, noches de insomnio, en que uno se queda en la cama para no reconocer que está desvelado). Apagué la luz.

No cavilaría más sobre la conducta de Paulina. Sabía demasiado poco para comprender la situación. Ya que no podía hacer un vacío en la mente y dejar de pensar, me refugiaría en el recuerdo de esa tarde.

Seguiría queriendo el rostro de Paulina aun si encontraba en sus actos algo extraño y hostil que me alejaba de ella. El rostro era el de siempre, el puro y maravilloso que me había querido antes de la abominable aparición de Montero. Me dije: Hay una fidelidad en las caras, que las almas quizá no comparten.

¿O todo era un engaño? ¿Yo estaba enamorado de una ciega proyección de mis preferencias y repulsiones? ¿Nunca había conocido a Paulina?

Elegí una imagen de esa tarde -Paulina ante la oscura y tersa profundidad del espejo- y procuré evocarla. Cuando la entreví, tuve una revelación instantánea: dudaba porque me olvidaba de Paulina. Quise consagrarme a la contemplación de su imagen. La fantasía y la memoria son facultades caprichosas: evocaba el pelo despeinado, un pliegue del vestido, la vaga penumbra circundante, pero mi amada se desvanecía.

Muchas imágenes, animadas de inevitable energía, pasaban ante mis ojos cerrados. De pronto hice un descubrimiento. Como en el borde oscuro de un abismo, en un ángulo del espejo, a la derecha de Paulina, apareció el caballito de piedra verde.

La visión, cuando se produjo, no me extrañó; sólo después de unos minutos recordé que la estatuita no estaba en casa. Yo se la había regalado a Paulina hacía dos años.

Me dije que se trataba de una superposición de recuerdos anacrónicos (el más antiguo, del caballito; el más reciente, de Paulina). La cuestión quedaba dilucidada, yo estaba tranquilo y debía dormirme. Formulé entonces una reflexión vergonzosa y, a la luz de lo que averiguaría después, patética. "Si no me duermo pronto", pensé, "mañana estaré demacrado y no le gustaré a Paulina".

Al rato advertí que mi recuerdo de la estatuita en el espejo del dormitorio no era justificable. Nunca la puse en el dormitorio. En casa, la vi únicamente en el otro cuarto (en el estante o en manos de Paulina o en las mías).

Aterrado, quise mirar de nuevo esos recuerdos. El espejo reapareció, rodeado de ángeles y de guirnaldas de madera, con Paulina en el centro y el caballito a la derecha. Yo no estaba seguro de que reflejara la habitación. Tal vez la reflejaba, pero de un modo vago y sumario. En cambio el caballito se encabritaba nítidamente en el estante de la biblioteca. La biblioteca abarcaba todo el fondo y en la oscuridad lateral rondaba un nuevo personaje, que no reconocí en el primer momento. Luego, con escaso interés, noté que ese personaje era yo.

Vi el rostro de Paulina, lo vi entero (no por partes), como proyectado hasta mí por la extrema intensidad de su hermosura y de su tristeza. Desperté llorando.

No sé desde cuándo dormía. Sé que el sueño no fue inventivo. Continuó, insensiblemente, mis imaginaciones y reprodujo con fidelidad las escenas de la tarde.

Miré el reloj. Eran las cinco. Me levantaría temprano y, aun a riesgo de enojar a Paulina, iría a su casa. Esta resolución no mitigó mi angustia.

Me levanté a las siete y media, tomé un largo baño y me vestí despacio.

Ignoraba dónde vivía Paulina. El portero me prestó la guía de teléfonos y la Guía Verde. Ninguna registraba la dirección de Montero. Busqué el nombre de Paulina; tampoco figuraba. Comprobé, asimismo, que en la antigua casa de Montero vivía otra persona. Pensé preguntar la dirección a los padres de Paulina.

No los veía desde hacía mucho tiempo (cuando me enteré del amor de Paulina por Montero, interrumpí el trato con ellos). Ahora, para disculparme, tendría que historiar mis penas. Me faltó el ánimo.

Decidí hablar con Luis Alberto Morgan. Antes de las once no podía presentarme en su casa. Vagué por las calles, sin ver nada, o atendiendo con momentánea aplicación a la forma de una moldura en una pared o al sentido de una palabra oída al azar. Recuerdo que en la plaza Independencia una mujer, con los zapatos en una mano y un libro en la otra, se paseaba descalza por el pasto húmedo.

Morgan me recibió en la cama, abocado a un enorme tazón, que sostenía con ambas manos. Entreví un líquido blancuzco y, flotando, algún pedazo de pan.

-¿Dónde vive Montero? -le pregunté.

Ya había tomado toda la leche. Ahora sacaba del fondo de la taza los pedazos de pan.

-Montero está preso -contestó.

No pude ocultar mi asombro. Morgan continuó:

-¿Cómo? ¿Lo ignoras?

Imaginó, sin duda, que yo ignoraba solamente ese detalle, pero, por gusto de hablar, refirió todo lo ocurrido. Creí perder el conocimiento: caer en un repentino precipicio; ahí también llegaba la voz ceremoniosa, implacable y nítida, que relataba hechos incomprensibles con la monstruosa y persuasiva convicción de que eran familiares.

Morgan me comunicó lo siguiente: Sospechando que Paulina me visitaría, Montero se ocultó en el jardín de casa. La vio salir, la siguió; la interpeló en la calle. Cuando se juntaron curiosos, la subió a un automóvil de alquiler. Anduvieron toda la noche por la Costanera y por los lagos y, a la madrugada, en un hotel del Tigre, la mató de un balazo. Esto no había ocurrido la noche anterior a esa mañana; había ocurrido la noche anterior a mi viaje a Europa; había ocurrido hacía dos años.

En los momentos más terribles de la vida solemos caer en una suerte de irresponsabilidad protectora y en vez de pensar en lo que nos ocurre dirigimos la atención a trivialidades. En ese momento yo le pregunté a Morgan:

-¿Te acuerdas de la última reunión, en casa, antes de mi viaje?

Morgan se acordaba. Continué:

-Cuando notaste que yo estaba preocupado y fuiste a mi dormitorio a buscar a Paulina, ¿qué hacía Montero?

-Nada -contestó Morgan, con cierta vivacidad-. Nada. Sin embargo, ahora lo recuerdo: se miraba en el espejo.

Volvía a casa. Me crucé, en la entrada, con el portero. Afectando indiferencia, le pregunté:

-¿Sabe que murió la señorita Paulina?

-¿Cómo no voy a saberlo? -respondió-. Todos los diarios hablaron del asesinato y yo acabé declarando en la policía.

El hombre me miró inquisitivamente.

-¿Le ocurre algo? -dijo, acercándose mucho-. ¿Quiere que lo acompañe?

Le di las gracias y me escapé hacia arriba. Tengo un vago recuerdo de haber forcejeado con una llave; de haber recogido unas cartas, del otro lado de la puerta; de estar con los ojos cerrados, tendido boca abajo, en la cama.

Después me encontré frente al espejo, pensando: "Lo cierto es que Paulina me visitó anoche. Murió sabiendo que el matrimonio con Montero había sido un equivocación -una equivocación atroz- y que nosotros éramos la verdad. Volvió desde la muerte, para completar su destino, nuestro destino". Recordé una frase que Paulina escribió, hace años, en un libro: Nuestras almas ya se reunieron. Seguí pensando: "Anoche, por fin. En el momento en que la tomé de la mano". Luego me dije: "Soy indigno de ella: he dudado, he sentido celos. Para quererme vino desde la muerte".

Paulina me había perdonado. Nunca nos habíamos querido tanto. Nunca estuvimos tan cerca.

Yo me debatía en esta embriaguez de amor, victoriosa y triste, cuando me pregunté -mejor dicho, cuando mi cerebro, llevado por el simple hábito de proponer alternativas, se preguntó- si no habría otra explicación para la visita de anoche. Entonces, como una fulminación, me alcanzó la verdad.

Quisiera descubrir ahora que me equivoco de nuevo. Por desgracia, como siempre ocurre cuando surge la verdad, mi horrible explicación aclara los hechos que parecían misteriosos. Éstos, por su parte, la confirman.

Nuestro pobre amor no arrancó de la tumba a Paulina. No hubo fantasma de Paulina. Yo abracé un monstruoso fantasma de los celos de mi rival.

La clave de lo ocurrido está oculta en la visita que me hizo Paulina en la víspera de mi viaje. Montero la siguió y la esperó en el jardín. La riñó toda la noche y, porque no creyó en sus explicaciones -¿cómo ese hombre entendería la pureza de Paulina?- la mató a la madrugada.

Lo imaginé en su cárcel, cavilando sobre esa visita, representándosela con la cruel obstinación de los celos.

La imagen que entró en casa, lo que después ocurrió allí, fue una proyección de la horrenda fantasía de Montero. No lo descubrí entonces, porque estaba tan conmovido y tan feliz, que sólo tenía voluntad para obedecer a Paulina. Sin embargo, los indicios no faltaron. Por ejemplo, la lluvia. Durante la visita de la verdadera Paulina -en la víspera de mi viaje- no oí la lluvia. Montero, que estaba en el jardín, la sintió directamente sobre su cuerpo. Al imaginarnos, creyó que la habíamos oído. Por eso anoche oí llover. Después me encontré con que la calle estaba seca.

Otro indicio es la estatuita. Un solo día la tuve en casa: el día del recibo. Para Montero quedó como un símbolo del lugar. Por eso apareció anoche.

No me reconocí en el espejo, porque Montero no me imaginó claramente. Tampoco imaginó con precisión el dormitorio. Ni siquiera conoció a Paulina. La imagen proyectada por Montero se condujo de un modo que no es propio de Paulina. Además, hablaba como él.

Urdir esta fantasía es el tormento de Montero. El mío es más real. Es la convicción de que Paulina no volvió porque estuviera desengañada de su amor. Es la convicción de que nunca fui su amor. Es la convicción de que Montero no ignoraba aspectos de su vida que sólo he conocido indirectamente. Es la convicción de que al tomarla de la mano -en el supuesto momento de la reunión de nuestras almas- obedecí a un ruego de Paulina que ella nunca me dirigió y que mi rival oyó muchas veces.









BIOGRAFÍA



Bioy Casares nació en Buenos Aires,el 15 de septiembre de 1914, fue el único hijo de Adolfo Bioy y Marta Casares. Nacido en el seno de una familia acomodada, esto le permitió dedicarse exclusivamente a la literatura y al mismo tiempo, apartarse del medio literario de su época. Escribió su primer relato, "Iris y Margarita", a los 11 años.

Cursó parte de sus estudios secundarios en el Instituto Libre de Segunda Enseñanza de la Universidad de Buenos Aires. Luego, ingresó y dejó las carreras de Derecho, Filosofía y Letras, tras la decepción que le significó el ámbito universitario, se retiró a una estancia - posesión de su familia - donde, cuando no recibía visitas, se dedicaba casi exclusivamente a la lectura, entregando horas y horas del día a la literatura universal. Por esas épocas, entre los veinte y los treinta años, ya manejaba con fluidez el inglés, el francés (que hablaba desde los cuatro años), el alemán y, naturalmente, el español.

En 1932, Victoria Ocampo le presenta a Jorge Luis Borges quien en adelante será su amigo y con quien escribirá en colaboración varios relatos policiales con el seudónimo de Honorio Bustos Domecq. En 1940, Bioy Casares se casa con la hermana de Victoria, Silvina Ocampo, también escritora.



En 1935 fundó la revista Destiempo junto con Jorge Luis Borges.
Con Jorge Luis Borges escribió varios volúmenes de novelas policiales, con observaciones irónicas sobre la sociedad argentina y suscritos con diversos seudónimos: H. Bustos Domecq; B. Suárez Lynch; B. Lynch Davis y Gervasio Montenegro.



Bioy Casares fue un escritor que cultivó un estilo depurado y clasicista. Propulsor del género fantástico y el rescate del relato por sobre lo descriptivo. Defensor del género policial por su interés en la trama en sí. Entre sus premios y distinciones destacan la membrecía a la Legión de Honor francesa en 1981, su nombramiento como Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires en 1986, el Premio Cervantes y el Premio Internacional Alfonso Reyes en 1990. Sus restos descansan en el Cementerio de La Recoleta.

Considerado por Jorge L. Borges como uno de los mayores escritores argentinos de ficción, Bioy Casares es dueño de una vasta obra en donde la fantasía y la realidad se superponen con una armonía magistral. La impecable construcción de sus relatos es, quizá, la característica que con mayor frecuencia ha destacado la crítica con respecto a su obra.
Adolfo Bioy Casares murió en la Ciudad de Buenos Aires el 8 de marzo de 1999.


La novela más conocida de Bioy Casares es La invención de Morel. Se trata de la historia de un prófugo que escapa a una isla que se supone estar infectada por una enfermedad mortal. En esa isla hay personajes que repiten eternamente las mismas acciones. Jorge Luis Borges escribió un famoso prólogo en el que relacionaba esta historia con los relatos de Herbert George Wells.



Novelas

La invención de Morel (1940)
Plan de evasión (1945)
El sueño de los héroes (1954)
Diario de la guerra del cerdo (1969)
Dormir al Sol (1973)
Arreglar calefones no es tarea fácil (1989)

Novelas cortas

La aventura de un fotógrafo en La Plata (1985)
Un campeón desparejo (1993)
De un mundo a otro (1998)

Libros de cuentos
No reconocidos por el autor

Bioy Casares en 1980 (Revista "Pájaro de fuego")Prólogo (1929)
17 disparos contra lo por venir (1933)
La estatua casera (1936)
Luis Greve, muerto (1937)
Las vísperas de Fausto (1949)

Oficializados por el autor

La trama celeste (1948)
Historia prodigiosa (1956)
Guirnalda con amores (1959)
El lado de la sombra (1962)
El gran serafín (1967)
El héroe de las mujeres (1978)
Historias desaforadas (1986)
La muñeca rusa (1990)
Una magia modesta (1997)

Ensayos
La otra aventura (1968)
Memoria de la Pampa y los Gauchos (1970)
Diccionario del argentino exquisito (1971), Diccionario de palabras que no debiéramos utilizar.
De jardines ajenos: libro abierto (1997), recopilación de frases, poemas, y miscelánea diversa.

Memorias/Diarios
A lo largo de toda su vida, Bioy llevó a cabo un vastísimo diario del que han salido las siguientes publicaciones:

Memorias (1994)
Descanso de caminantes (2001)
Borges (2006), libro póstumo, selección del diario del autor donde aparecen referencias a Jorge Luis Borges.

Cartas
En viaje(1967) (1996), cartas para Silvina y Marta Ocampo

Obras en colaboración con otros autores

con Jorge Luis Borges

Seis problemas para don Isidro Parodi (1942)
Dos fantasías memorables (1946)
Un modelo para la muerte (1946)
Cuentos breves y extraordinarios (1955)
Libro del Cielo y del Infierno (1960)
Crónicas de Bustos Domecq (1967)
Nuevos cuentos de Bustos Domecq (1977)

Guiones de cine

Los orilleros (1955)
El paraíso de los creyentes (1955)- no filmada
invasión (1969), dirección Hugo Santiago.
Les autres (1971), dirección Hugo Santiago.

con Silvina Ocampo
Los que aman, odian (1946)

con Silvina Ocampo y Jorge Luis Borges
Antología de la Literatura Fantástica (1940)

Películas basadas en sus obras

El último año en Marienbad (Last Year at Marienbad) dirigida por Alain Resnais guión adaptado (no reconocido) por Robbe-Grillet, basada en "La invención de Morel"
"L´invenzione Di Morel" (Morel's Invention) dirigida por Emidio Greco con guión de Andrea Barbato (1974) Italia.




"El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez."


"La vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está ganando o perdiendo.

CITAS

-"Creo que parte de mi amor a la vida se lo debo a mi amor a los libros."

-"El lujo es vulgaridad."

-"El recuerdo que deja un libro a veces es más importante que el libro en sí."

-"La eternidad es una de las raras virtudes de la literatura."

-"No me gusta nada la idea de morir. Si pudiera vivir quinientos años aceptaría y pediría: ¿No puede darme unos más?".

Frases de sus libros


-"Toda máquina está en proceso de extinción."
Fuente: Guirnaldas con amores, 1959.

-"El mismo lobo tiene momentos de debilidad, en que se pone del lado del cordero y piensa: Ojalá que huya."
Fuente: Guirnaldas con amores, 1959.

-"¡La imaginación de la vejez para inventar fealdades!"
Fuente: Diario de la Guerra del Cerdo, 1969.

-"Creyó por primera vez entender porqué se decía que la vida es sueño: si uno vive bastante, los hechos de su vida, como los de un sueño, se vuelven incomunicables porque a nadie interesan."
Fuente: Diario de la Guerra del Cerdo, 1969.

-"En la vejez todo es triste y ridículo: hasta la muerte."
Fuente: Diario de la Guerra del Cerdo, 1969.

-"Llega un momento en la vida en que, haga uno lo que haga, solamente aburre. Queda entonces una manera de recuperar el prestigio: morir."
Fuente: Diario de la Guerra del Cerdo, 1969.

-"El mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados. Entiendo que se subestima la estupidez."
Fuente: Breve diccionario del argentino exquisito, 1978.

-"Las mujeres son el impuesto que pagamos por el placer."
Fuente: Una muñeca rusa, 1991.

-"La vida es una partida de ajedrez y nunca sabe uno a ciencia cierta cuándo está ganando o perdiendo.
Fuente: Una muñeca rusa, 1991.

-"La gente fuerte se abre camino sola. De joven yo no me sentía solidario con los jóvenes; la juventud no era una categoría que me interesara (sí la inteligencia, la iniciativa, la belleza). Los otros días vi en el cine a una chica rubia y linda que besaba cariñosamente a un viejo y pensé: "Qué simpática (ojalá yo tuviera una así)." Lo que pasa es que ahora hago causa común con los viejos. Los débiles necesitan agremiarse."
Fuente: Descanso de caminantes, 2001.

-"Revolución: Movimiento político que ilusiona a muchos, desiluciona a más, incomoda a casi todos y enriquece extraordinariamente a unos pocos. Goza de firme prestigio."
Fuente: Descanso de caminantes, 2001.

-"Más exclusivamente que en la vigilia, en el sueño somos nosotros. Contribuimos con todo el reparto."
Fuente: Descanso de caminantes, 2001.

-"Debió de recibir una buena noticia, porque ayer tenía el pelo blanco y hoy apareció completamente rubia."
Fuente: Descanso de caminantes, 2001.

-"La vida es difícil. Para estar en paz con uno mismo hay que decir la verdad. Para estar en paz con el prójimo hay que mentir."
Fuente: Descanso de caminantes, 2001.

-"No he notado en las feministas mayor simpatía por las otras mujeres."
Fuente: Descanso de caminantes, 2001.

-"Un médico es la conjunción de un guardapolvo, un estetoscópio y una jerga."
Fuente: Descanso de caminantes, 2001.



Borges por Bioy Casares

Jorge Luis Borges murió en Ginebra el 14 de Junio de 1986.
Alguién le dice a Bioy Casares, en un quisco de periódicos, cerca de La Biela, que Borges ha muerto.

“Seguí mi camino. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges".

En los dos últimos años de su vida, terminó de escribir un grueso volumen de 1700 páginas, llamado simplemente "Borges", siendo éste el mejor retrato íntimo de su genial amigo, narrando anécdotas y vivencias.
Es el testimonio de la vida de un grupo de porteños geniales, sus amorios y su extenso grupo de amistades.
Bioy Casares era el rico heredero de la procesadora de lácteos más importante de Buenos Aires,a mediados del siglo pasado, llamada "La Martona" y estaba casado con la escritora Silvina Ocampo.
Victoria Ocampo, su cuñada,también rica heredera y célebre por sus aportes a la literatura nacional y reconocida por su inteligencia, era la directora de la revista y la editorial Sur, amiga de Tagore, Ortega y Gasset, Neruda, Camus, Lorca, y otros grandes de la literatura.
Un importante círculo de amigos geniales, a los que Bioy muestra en su parte humana y no siempre de la manera más grata.
Es como un diario que comprende desde el año 1931 al 1989.
Adolfo Bioy Casares murió en la Ciudad de Buenos Aires el 8 de marzo de 1999.




Imágenes y datos tomados de Internet
Las citas fueron obtenidas de

"
http://es.wikiquote.org/wiki/Adolfo_Bioy_Casares"